sábado, 26 de octubre de 2013

Juegos de amor y dolor - segunda edición

Acabo de publicar la segunda edición de Juegos de amor y dolor, el primer libro de la trilogía Voy a romperte en pedacitos. Está a la venta como libro electrónico en los mismos puntos de ventas que antes, Amazon y Smashwords; al comparlo se descarga automáticamente la segunda edición. La primera edición ya no es accesible. Los enlaces de compra están aquí Juegos de amor y dolor.

¿Por qué una segunda edición? Bueno, como es mi primera novela supongo que era inevitable que hubiera algún error. Conversando con mis lectores me di cuenta de que uno de los personajes principales no estaba reflejado en la obra como yo pretendía. Eso tenía una cierta influencia negativa en la trama. Afortunadamente, bastaba cambiar unas pocas escenas para que el personaje saliera mucho mejor parado. Así que en esta segunda edición hay cambiadas ocho escenas, una de ellas completamente nueva, con lo que la novela es un poco más larga. ¿Qué cuál es el personaje con problemas? Eso no os lo voy a decir... A ver si lo adivináis.

Para los que no os decidís a gastaros los tres euros (o cuatro dólares) que pido por el libro sin saber si vale la pena, aquí podéis leer los tres primeros capítulos, gratis.

Juegos de amor y dolor by HermesSolenzol



domingo, 20 de octubre de 2013

Escribamos una novela erótica...

Cecilia Madrigal
Escribamos una novela erótica. Pero no una novela erótica cualquiera; una novela erótica de calidad. No unas de esas novelas victorianas que son sólo una sarta de escenas de sexo débilmente enlazadas por una trama superficial, con personajes que sólo saben follar. Pero que tampoco tenga una de esas tramas que no esté relacionada en absoluto con el sexo, simplemente sazonada aquí y allá con alguna  escena erótica. No, el meollo de la historia tiene que ser el sexo. Y con el amor… El amor y el sexo tienen que ir de la mano, nutriéndose el uno del otro, como pasa en la vida real.

El lector tiene que sentirlo todo en carne propia, experimentando no sólo excitación sexual sino sintiendo las emociones de la protagonista. Sí, tiene que llegar a identificarse completamente con la protagonista, viviendo todo lo que le pasa en carne propia. ¿Cómo vamos a conseguir esto? Para empezar, usemos un solo punto de vista: el de la protagonista, Cecilia Madrigal. El “punto de vista” en una historia es el personaje a través del cual contemplamos toda la acción. No tiene por qué ser el protagonista; por ejemplo, las historias de Sherlock Holmes están contadas desde el punto de vista del Dr. Watson. El lector tiende a identificarse inconscientemente con el punto de vista, por lo que si en vez de hacerlo saltar de un personaje a otro lo centramos en Cecilia lograremos que se meta más dentro de ella. En segundo lugar, escribamos la novela en tercera persona (es decir, diciendo “ella hizo esto, aquello y lo otro”), porque la primera persona (“yo hice esto, aquello y lo otro”) crea una separación entre “yo”, el que narra y “tú”, el que lee. En tercer lugar, abramos ocasionalmente una ventana a la mente de Cecilia, revelando al lector sus pensamientos y sentimientos; así sentirá que está dentro de ella. En cuarto lugar, haremos que la trama acabe por transformar radicalmente a Cecilia, para que así el lector experimente la transformación como si le ocurriera a él. Es importante seguir esta transformación paso a paso, lo que conseguiremos evitando saltos atrás y adelante en el tiempo. El problema es que sin cambios de puntos de vista y sin saltos en el tiempo, la historia será completamente lineal, lo que algunos pueden consideran aburrido y señal de poca sofisticación por parte del escritor. Hoy en día está de moda confundir al lector con una barullo de diferentes personajes/puntos de vista y con saltos de tiempo y lugar. Eso puede estar bien para algunas historias, pero no para ésta, porque lo que queremos es que el lector se concentre las emociones y la vida interior de Cecilia. Así que, para dejar perfectamente claro que escribimos una historia lineal a propósito, le vamos a poner fechas a los días. Y las fechas van a ser exactas: si escribo “miércoles, 31 de enero, 1979” es que el 31 de enero de 1979 era, efectivamente, miércoles. Hay calendarios en internet que hacen que esto sea muy fácil. Y no sólo eso, también hay sitios en internet que te dicen el tiempo que hacía ese día: las temperaturas máximas y mínimas, si hizo sol, llovió o nevó, la fuerza del viento, etc. Así que escribamos una novela realista a tope, con la meteorología real. Quizás así nos llevemos alguna sorpresa… el tiempo suele pillar a todo el mundo desprevenido.

Sí, el realismo aumentará la fuerza de acción, haciéndola más creíble, más próxima. Nada de fantasías. Nada de Bellas Durmientes eróticas. Nada de vampiros, brujas o duendes. Nada de millonarios estrafalarios, príncipes azules que pierden la cabeza por mujeres de baja extracción social. No, ésta va a ser una historia de gente como tú y como yo… El sexo será como es en realidad: a veces problemático, a veces con fallos. Ocasionalmente Cecilia no llegará al orgasmo y se quedará frustrada… Y tendrá sus reglas, perfectamente calculadas de acuerdo con el calendario, y tendrá que ajustar a ellas sus relaciones sexuales. Pero no por ser realista el sexo dejará de ser excitante. Al contrario, lo será más. Porque Cecilia no tendrá una sexualidad sencilla, sino que le gustará el sadomasoquismo desde el principio. Más adelante verá el sexo como una herramienta de transformación personal e incluso social, lo que la llevará a vivir increíbles aventuras eróticas. No quiero adelantar nada más, sólo decir que exploraremos los aspectos más insólitos del sexo, las situaciones eróticas más extremas. Y nada de repeticiones; cada escena de sexo será distinta de las demás. Empezaremos por las más sencillas y, a medida que evoluciona el descubrimiento sexual de Cecilia, las haremos más complejas y elaboradas. Porque ella será insaciable en su curiosidad y en sus ganas de aventuras. Una mujer poco corriente: inteligente; fuerte; determinada hasta rayar en la obsesión y capaz de amar y de sentir con una gran intensidad. 

Puestos a ser realistas, rodeemos la historia de un ambiente interesante: Madrid al final de los 70s, durante la Transición. Seguiremos la historia de la época paso a paso, haciendo que cada acontecimiento político influya lo que les pasa a los personajes. Mostremos cómo el enorme cambio social y cultural que sufrió España en esa época condiciona lo que deciden hacer esos personajes. Mejor aún: hagamos que la propia trama sea una metáfora de la transformación que sufre el país. Cecilia es España misma, evolucionando desde la opresión de la dictadura a la libertad de la democracia. Por lo tanto, Cecilia empezará la historia como una chica obediente y religiosa, como era la España franquista, y poco a poco irá va descubriendo su sexualidad, nuevas ideas, formas distintas de amar… en definitiva, la libertad. Cada uno de los personajes también será un símbolo de las ideas políticas y las clases sociales que se movilizaron durante la Transición. Julio, el novio de Cecilia, representará la clase media sensata y progresista que votaba al PSOE. Luis, el hermano de Cecilia, representará a los jóvenes fachas de Fuerza Nueva, que querían volver atrás el reloj. Don Francisco, el padre de Cecilia, representará las viejas generaciones franquistas, más calmadas pero más peligrosas aún que los jóvenes fachas. Concha, la madre de Cecilia, representará la generación sojuzgada durante la postguerra que ansía en secreto la libertad. Laura, la rival de Cecilia, representará las clases altas pero favorecedoras del cambio democrático que votaban a UCD. Lorenzo representará la clase obrera y los militantes disciplinados de PCE. Malena, su novia, representará los exiliados de las dictaduras de Chile y Argentina. Johnny representará a los españoles que emigraron e hicieron fortuna en el extranjero, trayendo a España nuevas ideas. El Chino traerá otro tipo de ideas: las del lejano Oriente.

Ya están puestas todas las fichas sobre el tablero; la partida de ajedrez puede empezar. Cecilia ayudada por Julio y sus amigos empezará el largo camino de su descubrimiento del eroticismo y la libertad. Su padre y su hermano harán todo lo posible para impedírselo. Laura, Johnny, Lorenzo, Malena y el Chino aportarán giros inesperados a la acción, lanzando a Cecilia en direcciones inesperadas. Al final todo acabará bien, claro, como pasó con la propia Transición… ¿O tal vez no fue enteramente así? Nada termina al gusto de todos, y esta novela no va a ser la excepción.

Los políticos españoles de la Transición. ¿A cuántos puedes reconocer?

domingo, 13 de octubre de 2013

El arte del “caning”

Perdonad el anglicismo, pero hay palabras en inglés que son imposibles de traducir de forma exacta al castellano. El “caning” es una de las prácticas más apreciadas por los conocedores del sadomasoquismo. Provoca un dolor particularmente erótico y se practica con un ritual con connotaciones muy severas y disciplinarias, que proviene de los antiguos colegios británicos. En realidad, el “caning”  es muy antiguo. Fue incluso experimentado por Donatién, Marqués de Sade, durante su educación en un colegio de París, y luego adoptado para su placer personal. Hoy en día aún se usa en los sistema legales de Singapur, Malasia y otros países donde aún se practica el castigo corporal y la tortura.
"Canes" de distintas formas y tamaños. La inferior de color negro es de fibra de vidrio, las otras son de ratán.

El “caning” consiste en golpear el culo con un vara especial llamada “cane”. Tradicionalmente, esas varas son de ratán, una madera muy elástica, parecida al mimbre pero más dura. Hoy en día también se hacen de plásticos como la fibra de vidrio, de aluminio y otros materiales, pero ninguno ha llegado a superar al ratán, que tiene la flexibilidad y la densidad justa. El grosor de la vara varía desde unos pocos milímetros hasta casi un centímetro, y su longitud desde medio metro hasta casi un metro. Curiosamente, las varas más finas suelen provocar más dolor que las más gruesas, pues concentran la energía del golpe sobre una superficie menor de piel. Claro que en los castigos judiciales que mencionaba antes se emplean varas muy gruesas que provocan efectos muy distintos a los que discutimos aquí: pueden ser enormemente dolorosos, hacer sangre y hasta dejar marcas permanentes.

La idea de sufrir un “caning” suele aterrorizar a las novatas. En “50 Sombras de Grey”, Anastasia Steely contempla varias de estas varas en el “Cuarto Rojo” y decide que jamás se someterá a un castigo tan cruel. Una vez más, E. L. James nos muestra su perfecto desconocimiento del sadomasoquismo, pues de hecho el “caning” se suele considerar una práctica más bien placentera y erótica. Dentro del BDSM, una sesión de “caning” puede variar desde algo sumamente agradable hasta un castigo severo, dependiendo de la fuerza con que se administre, el número de golpes y la capacidad de la masoquista de asimilar el dolor. Se todas formas, normalmente se utiliza como juego sadomasoquista de gran intensidad, pero disfrutado por el que lo recibe.

El “caning” es un verdadero arte que requiere un cierto conocimiento, habilidad y creatividad por parte del que lo administra. El “cane” no es un palo con el que se golpea el culo sin más, sino un instrumento que debe emplearse tomando ventaja de su gran flexibilidad. Esto requiere un giro rápido de la muñeca perfectamente coordinado con el movimiento más lento del brazo, con lo que se consigue que la vara alcance la piel a gran velocidad. La gran flexibilidad del ratán puede comprobarse cimbreando la vara el aire hasta oírla zumbar, un sonido que provoca expresiones de terror en más de una sumisa. El dolor que provoca el golpe de la vara es muy especial, distinto al de los azotes con la mano, la pala y otros instrumentos. Se siente como un afilado corte en la piel acompañado de un dolor muscular más sordo bajo la zona de impacto. El dolor puede ser intenso al principio, pero pronto declina hasta convertirse en una sensación de calor. La vara deja unas marcas muy características en la piel: dos estrías rojas perfectamente paralelas separadas por una banda blanca en el centro del golpe. Cuando el “caning” se administra en su forma más ritual, estas marcas cruzan el trasero de forma perfectamente horizontal, paralelas unas a otras, formando una serie de bandas desde lo alto de las nalgas hasta los muslos. Dependiendo de la severidad del “caning” y de la calidad de la piel del quien los recibe, estas marcas durarán desde menos de una hora hasta más de un día. Suelen ser muy apreciadas tanto por el dominante como por la sumisa, que las mostrarán con orgullo a quien sepan valorarlas.

Un buen caning se caracteriza por marcas paralelas y bien espaciadas 
El ritual es una parte muy importante del “caning”. Los golpes se suelen dar en múltiplos de seis. El administrador y la golpeada acuerdan de antemano cuántos golpes van a ser, quién efectuará el recuento y si el número se dirá antes o después del golpe. Lo más sencillo es que el administrador diga el número del golpe después de haberlo dado. También puede cantar el número justo antes del golpe, provocando anticipación en la que lo recibe. Si, por el contrario es la sumisa quien debe contar el golpe, deberá hacerlo mientras se debate de dolor, lo que añade una pizca de humillación al castigo. Una modalidad que se puede usar con las principiantes es hacer que pidan el golpe dando el número cuando estén preparadas para recibirlo. Con esto se les da el poder de espaciar los golpes a su gusto, con la contrapartida de tener que invocar su propio dolor.

La postura idónea para recibir los varazos es de pie con el torso doblado sobre una mesa o un pupitre, las manos y a veces la frente apoyados sobre su superficie, las piernas juntas y derechas. El culo se desnuda subiendo la falda y bajando las bragas hasta la mitad de los muslos. A la castigada se le advierte claramente que si abandona esa postura después de un golpe, este no se contará, con lo que recibirá un varazo adicional. El estar de pie permite mover la vara de forma horizontal, con lo que es más fácil de controlar. A veces se hace que la castigada adopte la postura un cierto tiempo antes del castigo, haciéndola sufrir la anticipación del mismo, o se la obliga a mantenerla cuando se ha finalizado, privándola del alivio de frotarse las nalgas y exponiendo las marcas de su trasero a todo el que quiera verlas.

Aparte de este ritual clásico, se puede usar la vara de formas más placenteras. Una técnica muy apreciada consiste en imprimir a la vara un movimiento oscilatorio muy rápido y continuo mientras se la aproxima al trasero desnudo. Los golpes son muy rápidos, pero superficiales y de baja energía, con lo que la piel recibe un masaje continuo que la calienta y enrojece. El experto en el manejo de la vara sabrá variar la fuerza de los golpes, modulándola desde una agradable vibración hasta una dolorosa azotaina. Con técnicas similares, estas varas pueden usarse como instrumentos de masaje en otras zonas del cuerpo, sobre todo en los trapecios de los hombros, los laterales de la columna vertebral, las pantorrillas y las plantas de los pies.  

Otro ejemplo de las dobles marcas paralelas que deja la vara
En resumidas cuentas, el “caning” es una técnica muy recomendable para todos aquellos aficionados a los juegos sadomasoquistas. Es muy erótica, tanto si se usa para el placer como para el castigo. Como sucede con muchas prácticas BDSM, tiene su contrapartida en formas de tortura y castigos corporales muy crueles que desgraciadamente se usan todavía en muchos países. Su uso dentro del BDSM no debe entenderse nunca como el condonar estas prácticas inhumanas.

domingo, 6 de octubre de 2013

Castigar sin pegar (en una relación D/s)

Muchas relaciones de dominación-sumisión (D/s) usan castigos como una forma de poner de manifiesto el poder que el dominante ejerce sobre la sumisa y para hacer que ella entre en un espacio mental de sumisión. Lo más corriente es que el dominante castigue administrando dolor, usando la amplia parafernalia que pone a su disposición el sadomasoquismo (SM): varas, fustas, látigos, correas, pinzas, etc. Sin embargo, con frecuencia las relaciones D/s son también SM, lo que viene a crear la paradoja de que los mismos métodos e instrumentos se usan para jugar y para castigar. La solución a esta paradoja suele ser usar una mayor dureza en los castigos que en el juego, y crear un contexto que deje bien claro que se está castigando el mal comportamiento de la sumisa. Sin embargo, la ambigüedad persiste, y si la sumisa es además muy masoquista siempre disfrutará en cierta medida del supuesto castigo, por duro que sea. Un problema similar es que frecuentemente el dominante quiere entrenar a la sumisa en que disfrute del dolor erótico que proporcionan los azotes, el bondage, las pinzas y demás implementos del sadomasoquismo. En este caso, usar el dolor como castigo tendrá el efecto contrario: el asociarlo con emociones negativas y rechazo por parte del dominante.

Por estas razones, es conveniente que el dominante tenga a su disposición una gama de castigos que no consistan en pegar, que incluso no se basen en el dolor. En su elaboración hay que tener en cuenta, por supuesto, los principios de “seguro, sensato y consensual”: los castigos no pueden nunca dañar la salud o la integridad física de la sumisa (“seguro”); no deben causar daños emocionales (“sensato”), y deben de aplicarse siempre con el consentimiento de la sumisa. De hecho, se debe establecer de antemano que la sumisa siempre puede interrumpir el castigo con el uso de su palabra d seguridad. Además, es posible encontrar castigos que sirvan para mejorar a la sumisa en algún aspecto: en su salud, en su fortaleza física o en su espíritu de sumisión. De acuerdo con todo esto, he aquí una lista de posibles castigos.

-Ducha de agua fría. El agua fría es sumamente saludable: libera endorfinas, incrementa la resistencia a las enfermedades, espabila y aumenta el metabolismo, ayudando a perder peso. Contrariamente al mito popular, el frío no ocasiona resfriados; éstos son enfermedades virales que se adquieren por contagio. El único riesgo es el de la hipotermia, pero llegar a eso requeriría una ducha muy prolongada o con agua muy fría (por debajo de los 10 C).

-Ejercicio físico. Sus efectos beneficiosos para la salud son incuestionables. Habrá que encontrar una forma de ejercicio lo suficientemente desagradable para que sirva de castigo, por lo que preferiblemente será monótona y extenuante. El dominante recurrirá a lo que tenga a su disposición. Por ejemplo, se pude usar una bicicleta estacionaria, o hacer que la sumisa suba y baje escaleras o de vueltas a la manzana corriendo.

-Sin fumar. Si la sumisa es fumadora, su adicción proporcionará al dominante uno de los castigos más eficaces y también con efectos de lo más saludable. Un día o dos sin fumar puede servir para someter a la sumisa más rebelde.

-Ayuno. ¿Necesita la sumisa perder peso? Si es así, saltarse una o dos comidas le puede venir fenomenal. Sin embargo, también hay que tener cuidado: muchas mujeres son muy sensibles a la hipoglucemia, mucho más que los hombres. El ayuno para quien no está acostumbrado a él puede interferir seriamente con el trabajo, la capacidad para conducir y otras tareas esenciales.

-Dietas de castigo. Si el ayuno no es conveniente para la sumisa, se la puede dejar comer pero cosas que no le proporcionen placer. Un castigo moderado puede ser un día sin chocolate o dulces. Si se necesita ser más severo, se pude imponer una dieta a base de arroz blanco y lechuga sin aliñar.

-Cambios en el vestuario. Muchos dominantes le quitan las bragas a su sumisa como forma de castigo, aunque para muchas mujeres esto es una fuente de excitación más que una penitencia. Una variante de este castigo es la de “bragas a media asta”: se bajan las bragas hasta la parte alta de los muslos para dejar expuestos el culo y el coño bajo la falda. Además de la sensación de desnudez, hay un recuerdo continuo de estar siendo castigada, incomodidad y algo de dificultad al andar. También se pude hacer que la sumisa vista prendas humillantes, incómodas o de mal gusto. Para algunas mujeres, no hay castigo peor.


-Copias. ¿Habéis visto a Bart Simpson escribiendo en el encerado? El hacer que el alumno escriba repetidamente la misma frase era un castigo frecuente en los colegios. Tiene las ventajas de ser algo muy fácil de comprobar y muy difícil de evadir. La sumisa tendrá que resignarse a pasar un cierto tiempo dedicada a un trabajo aburrido y monótono.

-Encierro. Preferiblemente en un armario o en un cuarto oscuro, como el que se usaba para aterrar a los niños. Pueden añadirse ataduras para inmovilizar más aún a la sumisa, o forzarla a estar de pie o en alguna otra postura incómoda. El encierro puede ser muy saludable, pues suele llevar a la sumisa a un estado mental parecido a la relajación. No debe prolongarse demasiado o usarse en personas que sufran de claustrofobia.

-Sin masturbarse. La privación de satisfacción sexual es algo que las dominatrices usan a menudo en los hombres, pero puede ser igualmente efectivo en las mujeres. La mayor parte de las sumisas no osarán masturbarse sin el permiso del dominante. Si no, se las puede atar a la cama con las piernas separadas y de forma que las manos no puedan llegar más abajo de las caderas.

-Sin orgasmo. Otra forma de privación sexual es ordenar a la sumisa a no tener orgasmos mientras es usada por el dominante para su propia satisfacción. La frustración que esto conlleva puede ser una castigo de los más efectivo.

-Tareas domésticas. Castigo muy adecuado para sumisos, quizás menos apropiado para mujeres que las tienen que realizar de todas formas. En ese caso se puede enfatizar que se trata de un castigo con toques adicionales como estar desnuda, llevar con zapatos de tacón o siendo penetrada por un consolador o un “butt plug”.

Por regla general, un castigo debe ser lo más inmediato posible y de duración limitada. Esto último dependerá de qué castigo se trate, claro está. Encierros y ejercicios físicos no deberán durar más de una hora, mientras que cambios en la dieta y prohibiciones de fumar o masturbarse deben durar alrededor de un día para ser adecuadamente severas. Un castigo bien cumplido debe borrar completamente la ofensa y ser reconocido con caricias, besos y otras demostraciones de afecto por parte del dominante. Sin un castigo es particularmente severo, esto deberá ser reconocido por el dominante, quien mostrará su admiración a la sumisa por haberlo sobrellevado.

Hay ciertos tipos de castigos que nunca deben usarse… En general, cualquier cosa que pueda causar un profundo daño emocional a la sumisa, como ponerla celosa o privarla de algo realmente valioso para ella. He oído decir que el peor castigo para una sumisa es que el dominante la prive de su atención, pero en mi experiencia esto suele salir mal. Lo que suele ocurrir es que esto lleva a una falta de comunicación entre el dominante y la sumisa que tiende a empeorar el problema inicial. El castigo tampoco debe considerarse como una solución a problemas de la relación. Éstos deben ser resueltos en plano de igualdad, y si después de hacerlo la sumisa reconoce que debe ser castigada se procederá a ello. No hay que olvidar que la regla de “consensual” significa que la sumisa acepta plenamente cada uno de los castigos que se le imponen. Nunca se debe castigar bajo el chantaje de romper la relación.

Por último, quiero señalar que el castigo, aunque desagradable, no debe ser una fuente de infelicidad para la sumisa, pues se da en el contexto de la relación D/s que debe hacerla feliz. La sumisa verá el castigo como una demostración del poder que el dominante tiene sobre ella y eso le gustará, llegando quizás a excitarla sexualmente. El llamado “fetiche de castigo” es un componente importante de las fantasías de D/s. Consiste en que la misma idea de ser castigada resulta excitante. Todo eso está bien. El dominante puede darse cuenta de que el castigo en cierta medida le está gustando a la sumisa, pero esto no debe preocuparle. La dinámica de poder funciona de todas formas, y si no fuera por esa capacidad de gozar aún de los castigos más desagradables, la sumisa nunca habría elegido serlo.