lunes, 22 de febrero de 2021

Sobre mi participación en el golpe de estado del 23-F

 

Fuente The Guardian

Mañana, 23 de febrero, se cumple el 40 aniversario del golpe de Estado (conocido en España como el 23-F) que intentó revertir la transición de España a la democracia y devolver al país a una dictadura fascista. El golpe del 23-F no deja de tener algunas facetas en común con el reciente asalto al Capitolio de los Estados Unidos instigado por Donald Trump.

Un juego de ajedrez que nunca llegué a terminar

La noche del 23 de febrero de 1981, yo estaba jugando al ajedrez en el cuartel del ejército cerca de Burgos. De repente, alguien entró en la habitación con noticias alarmantes:

“¡Es increíble! Estaba escuchando por la radio el traspaso del poder en el Congreso, cuando unos guardias civiles entraron disparando. ¡Los han cogido a todos como rehenes! "

“Todos” significaba el gobierno, el Senado y el Parlamento. El país había sido decapitado.

La transición de España a la democracia

¿Cómo era posible que todo el gobierno, el Senado y el Parlamento estuvieran reunidos en el mismo sitio? Para explicarlo y comprender el significado del golpe, es necesario recapitular lo que había sucedido en España en los cinco años anteriores. Sobre todo para aquellos que no estéis familiarizados con la historia reciente de España.

1.      El 20 de noviembre de 1975 muere el general Francisco Franco, quien había sido dictador desde que ganó la Guerra Civil española el 1 de abril de 1939.

2.      Franco deja como sucesor a Juan Carlos de Borbón, último heredero de una dinastía que había gobernado España durante cientos de años. Fue coronado rey Juan Carlos I en diciembre.

3.      El rey Juan Carlos era un demócrata en secreto y había hecho planes con Adolfo Suárez, miembro de la Falange, para diseñar una transición pacífica a la democracia.

4.      En junio de 1976, el rey Juan Carlos nombra presidente de gobierno a Adolfo Suárez.

5.      Suárez se puso inmediatamente a trabajar para crear una transición legal y pacífica a la democracia, algo que nunca se había hecho antes en ningún lugar del mundo. Para hacer eso, tuvo que trabajar con el Congreso nombrado por Franco para cambiar las leyes.

6.      Todo el proceso se realizó de forma democrática. El pueblo español votó en referéndum para aprobar una ley de transición a la democracia.

7.      Esa ley sentó las bases para las elecciones democráticas, que fueron ganadas por la Unión de Centro Democrático (UCD), un partido centrista creado rápidamente por Adolfo Suárez. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE), fundado en el siglo XIX, le seguía de cerca. El Partido Comunista de España (PCE), que había luchado contra Franco durante la dictadura y acababa de ser legalizado, también ganó varios escaños. Otro partido nuevo, Alianza Popular, se posicionó a la derecha de UCD. Hubo partidos franquistas que se presentaron pero no obtuvieron ningún escaño.

8.      En diciembre de 1978, otro referéndum aprueba la nueva Constitución Española, que transforma al país en una monarquía democrática similar a la de otros países europeos como Holanda y Suecia.

9.      Aunque Adolfo Suárez continuó siendo presidente, durante los dos años siguientes su gestión de la economía fue objeto de fuertes críticas por parte de la izquierda (PSOE y PCE), la derecha (Alianza Popular) y dentro de su propio partido, UCD. Incluso corrían rumores de que Suárez había perdido la confianza del rey.

10.  Finalmente, UCD orquestó el derrocamiento de Adolfo Suárez para elegir un nuevo presidente dentro del partido, Leopoldo Calvo-Sotelo. Para ello, se tuvo que realizar una sesión de confirmación en el Congreso, con la asistencia de Gobierno, Senado y Parlamento.

Dada la importancia del hecho, se estaba retransmitiendo en directo por televisión cuando irrumpieron en el Congreso el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero y sus tropas. Puedes ver el vídeo aquí. Tiene 33 minutos de duración, pero el segmento clave son los primeros 3 minutos.

Juan Carlos I, Adolfo Suárez, Antonio Tejero y Alfonso Armada en el 23-F. Diario de Burgos

El golpe visto desde el cuartel

Al principio me negaba a creerlo. No podía estar pasando. Esos no podían ser guardias civiles, seguramente serían terroristas disfrazados, de la ETA o del GRAPO. Pero, cuando me reuní con los otros soldados en torno a la radio, comencé a entender la importancia de lo que estaba sucediendo.

Había más noticias alarmantes: en Valencia, una región del este de España, el general Jaime Milans del Bosch había ordenado un toque de queda y había sacado los tanques a las calles. Nadie dudaba de que apoyaba el golpe. Nosotros estábamos enlistados en una brigada de tanques. ¿Íbamos a ser los siguientes?

Blindado Móvil con Ruedas (BMR)

Efectivamente, enseguida oímos a las trompetas tocar "generala", el toque de alarma. Nos dieron a cada uno un rifle automático cetme y varios cargadores de munición. Mi escuadrón estaba dotado de Blindados Móviles con Ruedas (BMRs), vehículos todo-terreno de transportes de tropas, fuertemente blindados, con seis ruedas y una ametralladora operada desde el interior. Podían moverse en carreteras de hasta 100 km/h, mucho más rápido que cualquier tanque. Eran el arma perfecta para controlar una ciudad. Los conductores alinearon los vehículos en el patio y establecieron conexión de radio. Se nos ordenó apagar las radios y esperar en nuestras camaretas. Nadie sabía de qué lado estábamos.

Por aquel entonces yo no había leído tanto sobre la Guerra Civil como ahora, pero había oído decir que aquellos a los que la guerra pilló en el ejército tuvieron que seguir en él durante muchos años. Yo llevaba trece meses haciendo la mili, desde enero de 1980. Sólo me faltaban un par de semanas para licenciarme. Y ya no aguantaba más. Antes de ser reclutado me había licenciado en la Universidad Autónoma de Madrid con un título en bioquímica y estaba ansioso por empezar mi doctorado en neurociencias. No pensaba pasarme el resto de mi juventud en el ejército apoyando una dictadura. Prefería morir.

Lo pensaba en serio, al igual que muchos de mis compañeros. A menudo hablábamos de política, aunque no nos estaba permitido hacerlo. La transición a la democracia había sido un proceso emocionante; todos teníamos las ideas políticas bastante claras. No íbamos a participar en el establecimiento de una nueva dictadura. Y estábamos armados. Si nos ordenaran disparar contra la gente, podíamos decidir apuntar nuestros fusiles a los oficiales. Lo que podía significar la muerte, claro. Quizás otros soldados nos dispararan a nosotros. Pero al menos habríamos muerto por una buena causa, no defendiendo al fascismo.

Los sargentos debían saber lo que estábamos pensando. Actuaban de forma recelosa, evitando mirarnos a los ojos y contestar a nuestras preguntas.

Empecé a forjar un plan más elaborado. Si nos ordenaban meternos en los BMRs, secuestraría el mío tan pronto como saliéramos a la carretera. Yo era cabo, así que con un poco de suerte estaría a cargo del vehículo. Le diría al conductor que nos llevase a la frontera francesa. Una vez allí, nos rendiríamos a las autoridades francesas y pediríamos asilo político. Había muchas posibilidades de que mis compañeros estuvieran de acuerdo con el plan. Si hiciera falta, le dispararíamos con la ametralladora a todo lo que se interpusiera en nuestro camino. La frontera francesa estaba a sólo un par de horas. Con el revuelo que había, podíamos llegar antes de que nadie se diese cuenta de que habíamos desertado. O podían matarnos por el camino.

Pronto cayó la noche. Me acosté en mi litera, vestido, con las botas puestas, un arnés lleno de cargadores, el cetme a mi lado. Alguien encendió la radio, muy bajito para que no la oyeran los sargentos. Así fue cómo escuchamos al rey Juan Carlos. Según la Constitución, si el gobierno quedaba incapacitado, toda la autoridad recaía sobre él. Y el rey ordenaba arrestar a Antonio Tejero y a Milans del Bosch. Estaba en contra del golpe.

Yo lloraba quedamente. Algunos de mis compañeros también lo hicieron, como y probablemente mucha gente en toda España.

El día después

Pero aún no se había acabado. Tejero todavía tenía como rehén a todo el gobierno. Milans del Bosch aún controlaba el País Valenciano. Desde la época de Franco, el Ejército español estaba dividido geográficamente en Capitanías Generales, cada una bajo las órdenes de un Teniente General. Milans del Bosch era uno de ellos. Si otros generales se volvían contra el rey, el golpe aún podía tener éxito. O podía empezar otra guerra civil. A fin de cuentas, la Guerra Civil había empezado con un golpe de estado fallido. Y produjo cerca de un millón de muertos en un país de veinte millones de habitantes.

Nadie sabía de qué lado estaba nuestro Teniente General. Todavía no había tomado partido.

Pero cuando amaneció el nuevo día, el rey estaba ya firmemente al mando. Con alivio, devolvimos nuestras armas y municiones a la armería.

En un irónico golpe de suerte, ese día yo estaba arrestado. Eso supuso que tenía que quedarme dentro del barracón fregando pisos, mientras que a mis compañeros los hacían desfilar durante varias horas en el patio. Parecía que nuestros oficiales no estaban muy contentos. ¿Quizás porque querían que hubiera triunfado el golpe?

A solas en el barracón, yo podía escuchar la radio mientras fregaba el suelo. Un grupo de periodistas había pasado la noche en la Plaza de las Cortes de Madrid. El famoso periodista deportivo José María García hacía de locutor de radio con el mismo tono de voz que usaba para comentar un partido de fútbol.

Mientras yo escuchaba en directo, el general Alfonso Armada se ofreció voluntario para ir a la puerta del Congreso para negociar con Tejero. Yo ya conocía a Armada: había sido mentor del príncipe  Juan Carlos y una vez había concertado un encuentro entre él y mi padre, cuando era rector de la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Más tarde salió a la luz que Armada también había estado planeando un golpe y lo que quería era convencer a Tejero para que lo apoyara. Pero lo que Armada tenía en mente era un gobierno de coalición con independientes y políticos de UCD, Alianza Popular y el PSOE, mientras que Tejero quería volver al régimen de Franco, así que rechazó la oferta de Armada.

Pero, como nosotros, los guardias civiles que estaban dentro del Congreso tenían puesta la radio. Habían escuchado el mensaje del rey y la noticia del fracaso del golpe. Uno por uno, fueron a la parte trasera del edificio del Congreso, saltaron por la ventana y se rindieron. José María García anunciaba cada policía que saltaba por la ventana como un gol en un partido de fútbol. Yo fregaba el suelo y lloraba.

Analizando el 23-F

Se han escrito varios libros sobre el golpe del 23-F. Mi favorito es Anatomía de un Instante, de Javier Cercas. En él relata lo ocurrido dentro del Congreso. La primera media hora es bien conocida en España porque se transmitió en directo por televisión y fue grabada en vídeo. Los guardias civiles le ordenaron al operador de la cámara que la apagara, pero él los convenció de que la luz roja significaba que no estaba transmitiendo. Por eso sabemos que todos los congresistas se tiraron al suelo cuando la Guardia Civil entró disparando. Sólo tres se atrevieron a quedarse sentados: Adolfo Suárez; Santiago Carrillo, secretario general del PCE, y el general Manuel Gutiérrez Mellado, ministro de defensa de Suárez. Gutiérrez Mellado fue inmediatamente a enfrentarse a Tejero, ordenándole deponer las armas. Tejero intentó empujarlo al suelo, pero no pudo con el anciano general.

Adolfo Suárez, Manuel Gutiérrez Mellado, Santiago Carrillo, Felipe González (el líder del PSOE que luego fue presidente) y otros políticos notorios fueron llevados a una sala separada. Sabían que serían los primeros en ser ejecutados.

La parte más peligrosa del golpe ocurrió cerca de Madrid, en la División Acorazada Brunete. Varios oficiales se rebelaron, reunieron sus tropas y fueron a rodear el palacio del rey. Querían tomarlo también como rehén, para evitar que se pusiera al mando. Sin embargo, el rey estaba preparado y envió sus propias tropas para defender el Palacio de la Zarzuela. Me imagino que todas esas tropas eran también gente que hacía la mili, como yo. De ninguna manera se iban a enzarzar a tiros con otros muchachos haciendo la mili.

A los que no sois españoles os tengo que explicar que la Guardia Civil es una peculiar institución española, una policía militarizada encargada de mantener el orden fuera de las ciudades. Hoy en día cumplen funciones de patrulla de carretera, guardacostas y guardias fronterizos, entre otras muchas cosas. Los que iban con Tejero habían sido adoctrinados durante meses, pero su lealtad hacia él era bastante tenue.

Tan fuerte era el interés de algunos para revertir la transición y eliminar la nueva democracia española que se habían estado preparado tres golpes de estado diferentes durante 1980: los encabezados por Antonio Tejero, Milans del Bosch y Alfonso Armada. No está claro hasta qué punto sabían unos de los otros. La atrevida maniobra de Tejero sirvió para precipitar los otros dos golpes. Armada iba diciendo que hablaba en nombre del rey, y que no quería volver a la dictadura sino "reorientar" la democracia arreglando la economía y probablemente ilegalizando al Partido Comunista y a los partidos independentistas catalanes y vascos.

Había habido sobradas advertencias

Tejero, junto con el capitán de la Policía Nacional Ricardo Ynestrillas, ya había planeado otro golpe de Estado en noviembre de 1978. Se lo llamó Operación Galaxia porque fue planeado en la Cafetería Galaxia de Madrid. Nunca se llegó a poner en marcha porque dos de los oficiales que participaron en la reunión informaron a sus superiores del complot. Tejero e Ynestrillas recibieron sentencias muy leves, de siete meses y seis meses, respectivamente, y mantuvieron sus cargos militares. Esto permitió a Tejero tramar el golpe del 23-F. Quedó claro que planear un golpe en España no conllevaba muchos riesgos.

Con tres golpes de estado siendo planeados simultáneamente, es difícil creer que la inteligencia militar española no sabía nada. El hecho de que el gobierno no había sido alertado demuestra que la inteligencia militar fue, o cómplice del golpe, o extremadamente incompetente.

Lo que está claro es que cuando los golpistas no son castigados severamente, intentarán un nuevo golpe. Como mínima precaución, los golpistas deben ser separados de por vida del ejército o de la policía. Los golpes pueden tener consecuencias graves. La Guerra Civil española produjo casi un millón de muertos. Los golpes de Augusto Pinochet en Chile y de la junta militar argentina resultaron en la tortura y muerte de decenas de miles de personas. Por tanto, un golpe de Estado es un delito más grave que el asesinato y debería ser castigado con cadena perpetua.

Las consecuencias

Me licencié dos semanas después del golpe, justo a tiempo para participar en una manifestación millonaria en Madrid en apoyo de la democracia. Había tanta gente en la calle que era imposible marchar a ningún lado. Escuchamos un discurso y nos volvimos a casa.

Leopoldo Calvo-Sotelo fue instaurado como presidente, pero su mandato no duró mucho. Perdió las elecciones de 1982, que pusieron al PSOE en el poder. Fueron las primeras de tres elecciones consecutivas ganadas por los socialistas, que permanecieron en el poder durante 12 años.

Alfonso Suárez se convirtió en un héroe nacional, celebrado por su magistral transición a la democracia. Fundó otro partido, Centro Democrático y Social, que tuvo poco éxito. Cogió la enfermedad de Alzheimer en los años 90 y murió en una institución sanitaria. El aeropuerto de Madrid lleva su nombre.

Antonio Tejero, Milans del Bosch y Alfonso Armada fueron encarcelados. Sin embargo, hubo mucho descontento por los privilegios que tuvieron, con celdas lujosas y visitas ilimitadas.

¿Podría haber un golpe en los Estados Unidos?

En la civilización occidental ha habido golpes militares desde que Julio César cruzó el Rubicón para mandar sus tropas a Roma. Sería ilusorio creer que los Estados Unidos son inmunes a ellos. Sin embargo, el ejército estadounidense tiene una fuerte cultura de obediencia a la Constitución y a los mandos civiles. Quizás porque orquestaron golpes en otros países y saben lo destructivos que son.

Vine a Estados Unidos por primera vez en 1986. En 1989 regresé a España como profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, pero las cosas no salieron bien. En 1991 volví definitivamente a Estados Unidos y me casé con una americana. En el 2005 adquirí la nacionalidad estadounidense, sin renunciar a la española. 

Mientras veíamos en la televisión a las multitudes enloquecidas invadir el Capitolio de Washington el 6 de enero, mi esposa no paraba de preguntarme: "¿Es esto un golpe?" "Mientras el ejército no se meta, no es un golpe", le respondí. Sin embargo, ya no estoy tan seguro. Si los rebeldes de Trump hubieran logrado tomar como rehenes a miembros del Congreso y del Senado, se habría producido una situación muy similar a la del 23-F en España. Trump seguía siendo presidente y, sin la contrapartida del Congreso, ¿quién tendría el poder? ¿Quién habría ordenado el rescate de los rehenes?

En situaciones así cualquier intervención del Ejército es sumamente peligrosa. Porque, una vez que el Ejército tiene el control, ¿cómo sabemos que devolverán el poder? A algún general se le podría haber ocurrido lo mismo que planeaba el general Armada en España: un gobierno de coalición con miembros de los partidos Republicano y Demócrata y “tecnócratas” independientes. Pero, una vez que se deshacen los frágiles mecanismos de la democracia, puede resultar difícil recomponerlos.

Como con la Operación Galaxia, el pueblo americano ha sido advertido de lo que puede pasar. Y, como pasó en España aquella vez, el golpista de Trump no ha sido castigado. Esperemos que no le intente otra vez.