“Ardiente admiradora
de un novelista decadente,
ser pensante y escribiente.
De algún versillo autora,
aunque ya no estén de moda.”
Dama,
dama
por Cecilia (Evangelina Sobredo, http://www.cecilianet.com/?name=web
)
Julio azota a Cecilia - Primer esbozo del dibujo para la portada, por Virgo Fortuna |
¿Qué es un novelista decadente? Seguramente
alguien que escribe historias oscuras, con personajes un tanto retorcidos,
asiduos de locales nocturnos, a los que les pasan cosas insólitas, a veces
estremecedoras, a veces conmovedoras. Yo soy un tipo de buen carácter, más bien
optimista, compasivo, de hábitos diurnos y con un cierto éxito en la vida.
Quizás la etiqueta de novelista decadente no me quede muy bien. Pero también es
verdad que tengo mi lado oscuro: soy sadomasoquista, mujeriego y promiscuo… Y
también ateo y escéptico, que aunque son cosas que a mí me parecen fenomenal, hay
mucha gente a las que les todavía les molestan.
Decididamente, creo que me merezco el
calificativo de novelista decadente. A fin de cuentas, acabo de escribir una
novela erótica… ¡Qué una! ¡Tres! Iba a ser una, pero cuando acabé de
desarrollar todos mis personajes y de cerrar todas las tramas y sub-tramas,
sumaban mil doscientas páginas, así que opté por dividirla en tres libros de
cuatrocientas páginas cada uno. El tema central es el sadomasoquismo… Sí, ya sé
que después de las dichosas 50 Sombras de Grey, parece que lo del sadomaso ya
no es tan perverso, marginal y, en fin, decadente, como hace sólo un par de
años. Pero yo voy bastante más lejos que “50 Sombras”: cosas como palas y varas
para pegar, que hacen que Anastasia Steele salga corriendo y se encierre en su habitación
durante una semana en 50 Sombras, a
mi Cecilia Madrigal la ponen cachonda y la hacen pedir más y más. Y encima, yo
saco a colación los temas de la promiscuidad, la pareja abierta y la
prostitución, que tengo la impresión que sumirían a E. L. James en una ataque
de apoplejía puritana británica.
Me gusta la novela erótica, pero casi todas
las que he leído me han dejado insatisfecho. La típica novela erótica, sobre
todo si es sadomasoquista, no es más que una serie de escenas de sexo de
complejidad creciente, débilmente hilvanadas por una trama que no lleva a
ninguna parte. Lo más normal es que nos cuenten la perversión creciente de una
protagonista que empieza como virgen y acaba sufriendo algún tipo de tragedia
al final de la historia, no sea que vayamos a pensar que las personas normales
podemos embarcarnos en semejantes aberraciones sin tener que sufrir duras
consecuencias. En el fondo, con esto se hace más que perpetuar la actitud de
rechazo que existe en nuestra sociedad hacia el sadomasoquismo y otras formas
de sexualidad alternativa. De eso no se libra ni siquiera Historia de O, en la que se sugiere que la protagonista acaba
suicidándose cuando la abandona Sir Stephen. Y de 50 Sombras, ¡para qué hablar! - el final feliz consiste en la “curación”
de las perversiones de Christian Grey. Cuando escribí mi novela, decidí que no castigaría
a mis personajes por sus gustos sexuales, ni que tampoco acabaría “curándolos”
de ellos. Tendría que inventarme algún tipo de final que no pudiera interpretarse
como una condena del sexo, si bien evitando lo excesivamente empalagoso.
Las premisas con las que desarrollar la
novela estaban en mi mente desde el principio. Tendría que haber una trama
compleja e interesante, que creara tensión y suspense, que supusiera una transformación
profunda de los personajes. Habría buenos y malos, pero sobre todo problemas entre
personajes humanos, con sus virtudes y sus defectos, enfrentados por tener la
mala suerte de perseguir objetivos incompatibles. Violencia, la justa. El sexo
y el amor proporcionarían la acción que propulsaría la trama. En cuanto a las
escenas de sexo, no me preocupaba encontrar la suficiente variedad, pues tenía numerosas
vivencias en que basarlas además de poseer una imaginación muy rica - como
dicen en inglés “una mente sucia no debe desperdiciarse”.
El realismo también me resultaba muy
importante. Muchas novelas eróticas se basan en escenarios fantásticos, de
cuentos infantiles o ambientes medievales con caballeros y princesas. Yo quería
sexo entre mujeres y hombres de carne y hueso, sin siquiera recurrir a
ambientes exóticos, como Emmanuelle,
o de riqueza extravagante, como en 50
Sombras. Ya puestos, elegiría personajes de distinta extracción social,
desde una pija hasta proletarios comunistas, y así enriquecería la trama con
una dosis de conflicto de clase. En realidad, había elegido desde el principio que
mi historia tendría un trasfondo político, y que la progresiva liberación sexual
de Cecilia iría paralela a los cambios sociales que experimentó España durante
la Transición. Eso fue porque mi primera fuente de inspiración fue la novela
que lanzó a la fama a Almudena Grandes, Las
edades de Lulú, en la que se engarzan de manera genial la política con el
erotismo. También me inspiré en la popular serie de televisión “Cuéntame cómo
pasó”, que me mostró cómo los acontecimientos no sólo pueden, sino que deben
afectar a la trayectoria de los personajes.
De esta forma mi novela, al contrario de lo
que suele suceder, ocurriría en una época bien establecida. Para remacharlo,
empecé a ponerle fecha a cada escena. No sólo eso, sino que llevado por mi
instinto de exactitud científica me preocupé de que los días de la semana se
ajustaran al calendario y, gracias a un sitio de internet que encontré, que el
tiempo meteorológico fuera también exacto. Y entonces pasó una cosa muy
curiosa: la lluvia, el viento, las tormentas y las nevadas a menudo encajaban
perfectamente con los sucesos de la historia (y si no lo hacían, bastaba con
correr la acción adelante o atrás unos días o una semana), proporcionando el
telón de fondo perfecto o incluso cambiando el estado de ánimo de los
personajes. Cuando le conté lo que estaba haciendo, mi mujer (sin duda para
pincharme) me comentó que qué suerte tenían las mujeres de mi historia, no
tener que preocuparse de si tenían la regla a la hora de hacer el amor. Ni
corto ni perezoso, escribí una página de Excel donde metí las fechas de todas
mis escenas; luego le asigné a Cecilia un periodo de 28 días (tomaba la píldora
durante casi toda la novela) y cuando le tocaba la regla, introduje cambios en
la escena o la moví a un momento más oportuno.
Espero que con todo esto os hayan entrado
ganas de leer mi novela decadente. No tendréis que esperar mucho: el primer
libro, Juegos de amor y dolor, ya
está completamente acabado y formateado para ser publicado en Kindle. Incluso
he hecho la portada, usando un dibujo erótico basado en una de las escenas que
me hizo Virgo Fortuna - aquí podéis ver el primer esbozo. Espero ponerlo a la
venta en una semana. Pondré más noticias en este blog a menudo que se acerque
la fecha de publicación.
Marisa, te agradezco de nuevo tus numerosas sugerencias para mejorar el primer borrador. La novela cambió bastante después de que la leyeras, hay tramas enteras nuevas en el segundo borrador. Cuando se te haya olvidado lo suficiente espero que te animes a leerla otra vez.
ResponderEliminarHablo algo de Zen en mi historia, pero siempre en el contexto de las vivencias de los personajes, con una perspectiva muy anclada en la realidad. Espero que le sirva a mis lectores para aprender a entender sus emociones.