domingo, 10 de mayo de 2015

¿Por qué sentimos vergüenza?


Desde hace un tiempo siento una gran fascinación por las emociones, quizás porque estoy convencido de que contribuyen en gran medida a nuestra felicidad. De hecho, es frecuente confundir la alegría (que no es más que una emoción) con la felicidad (que es un estado profundo de ser que transciende a las emociones). No voy a entrar aquí en definir la felicidad, sólo apuntar que depende en gran medida de sentir emociones positivas, como la alegría y el amor, y el limitar nuestras emociones negativas, como el temor, la ira y la tristeza.

Un grupo de emociones particularmente importantes son aquellas que están relacionadas con cómo nos percibimos a nosotros mismos y cómo nos perciben los demás. Por esa razón se denominan en inglés “self-conscious emotions” (Muris and Meesters, 2014): emociones de la consciencia del ser. Normalmente se nombran tres: la culpa, la vergüenza y el orgullo; pero existen otras relacionadas con ellas: la dignidad, la soberbia, el arrepentimiento, el ridículo y el humor. El orgullo, la dignidad y la soberbia son emociones positivas que nos hacen sentirnos bien con nosotros mismos, mientras que la culpa, el arrepentimiento y la vergüenza son emociones negativas que disminuyen nuestra autoestima.

En particular, la vergüenza es una poderosa emoción con una tremenda capacidad para hacernos daño, pudiendo llevar incluso al suicidio (Lester, 1997, Werbart Tornblom et al., 2015). También se ha visto que el desorden de estrés post-traumático (PTSD) no sólo está causado por el miedo, sino que tiene importantes componentes de culpa y vergüenza (Lee et al., 2001, Wilson et al., 2006). El comprender la vergüenza es también esencial en la lucha por las libertades sexuales y la igualdad. Tanto el “estar en el armario” como el que nos saquen de él a la fuerza (“outing” en inglés) tienen profundos efectos en la autoestima debido a la vergüenza que conlleva que no nos ajustemos a la normativa de la sociedad (Chekola, 1994).

¿Por qué existe la vergüenza? La clave de la supervivencia de los seres humanos es nuestra habilidad de vivir en grupos sociales. En el entorno en el que evolucionó nuestra especie, una persona sola sería incapaz de encontrar alimento y defenderse de los predadores para sobrevivir. Es a base de vivir en grupos como los humanos hemos sido capaces de conquistar casi todos los ecosistemas de la superficie terrestre. Sin embargo, el funcionamiento armonioso de una sociedad humana requiere que se respeten una ciertas reglas que establecen la cooperación mutua, de tal manera que todo el mundo contribuya y nadie se beneficie indebidamente del esfuerzo de otros. También hace falta que haya frenos a la agresividad y que se establezcan jerarquías que hagan que las opiniones y los actos de los individuos con mayor éxito y experiencia se valoren más que las de los demás.

El orgullo, la culpa y la vergüenza son emociones que evolucionaron para hacer que estas reglas sociales estén arraigadas en las profundidades de nuestro psiquismo (Breggin, 2015). Así, la culpa y el arrepentimiento cumplen la función de evitar que se rompan normas sociales y que reparemos el daño causado cuando lo hacemos. La vergüenza y la humillación aparecen frecuentemente asociadas con ataques que nos hacen perder nuestro atractivo social (Gilbert, 1997). Otros investigadores señalan que el orgullo y la vergüenza son señales sociales que benefician tanto a quien las expresa como a quien las observa (Martens et al., 2012). En particular, el mostrar vergüenza puede servir para apaciguar a los otros tras una transgresión social y así evitar o paliar el castigo. Por otro lado, la vergüenza desempeña un papel esencial en la regulación de la conducta social y es uno de los incentivos más fuertes para cambiarse a uno mismo (Lickel et al., 2014). Por ejemplo, el avergonzar al maltratador puede servir para mitigar o poner fin a situaciones de abuso doméstico y acoso sexual. Se ha visto que la vergüenza es fundamental en el tratamiento de personas que abusan sexualmente de niños (Proeve and Howells, 2002).

¿Pero entonces por qué existe la vergüenza como emoción distinta de la culpa? Mientras que la culpa es principalmente un freno a la agresividad y al egoísmo, la vergüenza y su emoción opuesta, el orgullo, actúan como incentivos para la cooperación. El orgullo nos señala un aumento en nuestro status social cuando tenemos éxito, mientras que la vergüenza opera como una señal de alarma que nos advierte que disminuye la estima con que se nos tiene en el grupo. En el entorno evolutivo, la capacidad de una persona para alimentarse y reproducirse debía estar estrechamente asociada a este estatus social, lo que explicaría que la vergüenza esté profundamente arraigada en el funcionamiento de nuestro cuerpo. Por ejemplo, la vergüenza produce rubor, que una respuesta automática del sistema cardiovascular. También produce importantes efectos negativos en el sistema hormonal, como un aumento en la hormona de estrés cortisol, y en el sistema inmune, como un aumento en las citoquinas pro-inflamatorias (Dickerson et al., 2004).

Resulta interesante analizar algunas emociones relacionadas con la vergüenza: la dignidad, la humillación, el ridículo y el humor. Podríamos decir que la dignidad es la manifestación externa del orgullo en nuestro comportamiento. Sin embargo, la dignidad puede ser mentirosa: podemos comportarnos de forma digna aunque por dentro no nos sintamos orgullosos. Si hacemos esto, a menudo la gente que nos rodea intentará desenmascararnos, exponiendo nuestra falta de autoestima al dejarnos en ridículo. El ridículo es, por lo tanto, una pérdida de dignidad que conduce al humor… Cuando el petulante gallito se cae en un charco, todo el mundo se ríe. Cuando una persona con buena autoestima se ve en una situación de ridículo reacciona uniéndose al regocijo general, riéndose de sí mismo. Paradójicamente, esto tiene el efecto de rescatarlo del ridículo. Por el contrario, una persona con baja autoestima intentará mantener su dignidad a toda costa: el petulante gallito se levanta del charco y se ajusta la ropa mojada, muy serio, pretendiendo que no ha pasado nada. El resultado son más risas.

Por otro lado, la humillación y el avergonzar son técnicas muy comunes tanto en el abuso psicológico como en el control de la gente por el poder religioso y político. Por lo tanto, hace falta desarrollar estrategias para desenmascarar esas campañas de humillación masiva. Una de esas estrategias es dar connotaciones positivas a palabras que se usan para humillar, como se hizo en inglés con las palabras “gay”, “slut” (“guarra”) y “pervert” (“pervertido”). En particular, “slut” se aplica ahora a ambos sexos, no sólo a las mujeres, y ha pasado a denominar a una persona liberada sexualmente con un poderoso eroticismo. También se usa en la expresión “slut shaming”, con la que se denuncia la actitud de querer avergonzar a una mujer por su conducta sexual. Por otro lado, neologismos como “homofobia”, “misoginia”, “misandria”, “sexo-negativo” y “erotofobia” se pueden usar para avergonzar a los opresores, exponiendo sus actitudes de odio y de miedo irracional.

En resumen, creo que comprender la emoción de la vergüenza es fundamental tanto por el papel que desempeña en nuestra salud física y mental como por su capacidad para ser usada para el abuso psicológico y la opresión cultural.

Referencias


Breggin PR (2015) The biological evolution of guilt, shame and anxiety: A new theory of negative legacy emotions. Med Hypotheses.

Chekola M (1994) Outing, truth-telling, and the shame of the closet. J Homosex 27:67-90.

Dickerson SS, Gruenewald TL, Kemeny ME (2004) When the social self is threatened: shame, physiology, and health. J Pers 72:1191-1216.

Gilbert P (1997) The evolution of social attractiveness and its role in shame, humiliation, guilt and therapy. Br J Med Psychol 70 ( Pt 2):113-147.

Lee DA, Scragg P, Turner S (2001) The role of shame and guilt in traumatic events: a clinical model of shame-based and guilt-based PTSD. Br J Med Psychol 74:451-466.

Lester D (1997) The role of shame in suicide. Suicide Life Threat Behav 27:352-361.
Lickel B, Kushlev K, Savalei V, Matta S, Schmader T (2014) Shame and the motivation to change the self. Emotion 14:1049-1061.

Martens JP, Tracy JL, Shariff AF (2012) Status signals: adaptive benefits of displaying and observing the nonverbal expressions of pride and shame. Cogn Emot 26:390-406.

Muris P, Meesters C (2014) Small or big in the eyes of the other: on the developmental psychopathology of self-conscious emotions as shame, guilt, and pride. Clin Child Fam Psychol Rev 17:19-40.

Proeve M, Howells K (2002) Shame and guilt in child sexual offenders. Int J Offender Ther Comp Criminol 46:657-667.

Werbart Tornblom A, Werbart A, Rydelius PA (2015) Shame and Gender Differences in Paths to Youth Suicide: Parents' Perspective. Qual Health Res.

Wilson JP, Drozdek B, Turkovic S (2006) Posttraumatic shame and guilt. Trauma Violence Abuse 7:122-141.


2 comentarios:

  1. Qué interesante! Me ha gustado mucho tu exposición. Creo como tú que la vergüenza se genera sobre todo por la influencia ambiental y cultural. La vergüenza debilita al ser, le resta poder y le quita autoestima. Según en que situaciones, llega a convertirse en temeroso... y voilâ, hemos pasado al miedo. El arma más poderosa de todas.... muy útil para la manipulación.

    He aprendido mucho, gracias. besos

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  2. Gracias, xana. Aunque la vergüenza se moldea por influencia ambiental y cultural, me inclino a pensar que la capacidad para experimentarla debe estar codificada genéticamente, ya que parece ser una emoción intrínseca al ser humano. También creo que hay personas muy susceptibles a la vergüenza y otras que no lo son tanto, como pasa con la culpa. Quizás una deficiencia en estas emociones inhibidoras del comportamiento haga que determinadas personas sean más susceptibles de romper la ley y todo tipo de normas sociales. No olvidemos que la culpa y la vergüenza no son malas, a pesar de su capacidad para hacer daño. Yo las considero necesarias para que podamos vivir en sociedad.

    Una cuestión en la que no he querido entrar en el artículo es si la vergüenza es una emoción única de los humanos. Los perros parecen tener vergüenza, pero estudios recientes han encontrado que eso es antropomorfismo, y que cuando creemos que un perro siente vergüenza en realidad lo que hace es un comportamiento estereotípico de temor y apaciguamiento. Es un tema controvertido...

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