Déjame presentarte a un curioso ratoncito, el
Microtus ochrogaster, llamado en inglés
“prairie vole” (algo así como “ratón de la pradera”).
"Voles" de la pradera con sus crías. |
Este pequeño roedor ha generado mucho interés
entre los científicos últimamente. Como podéis ver en la foto, el “vole” de la
pradera es un roedor con cola corta y orejas pequeñas, cuyo hábitat se extiende
desde las Montañas Rocosas hasta los Apalaches en Norteamérica. Lo más curioso
sobre estos ratoncitos es que son estrictamente monógamos: un macho y una
hembra forman un vínculo que dura toda la vida. Sin embargo, un primo cercano
del “vole” de la pradera, el “vole” de la montaña (“montane vole”) no es en
absoluto monógamo. En vista de esto, algunos científicos decidieron averiguar
en qué se diferencia el cerebro de las dos especies de “voles”. Descubrieron
que las hembras de los “voles” de la pradera tienen más oxitocina y receptores
de oxitocina en el nucleus accumbens y la amígdala, que son áreas del cerebro involucradas
en las emociones y la toma de decisiones. La oxitocina es un péptido, una
hormona cuya principal función es la de inducir contracciones en el útero
durante el parto. Pero más recientemente se ha descubierto que la oxitocina
también está presente en el cerebro, donde actúa como un neuropéptido (péptido
neurotransmisor) que interviene en relaciones sociales. Por ejemplo, se ha
visto que aumenta cuando se acaricia a un perro, tanto en el perro como en la
persona que lo acaricia. Pero volvamos a nuestros amigos los “voles”; los científicos
introdujeron modificaciones genéticas en los “voles” de la montaña (los que son
promiscuos) para aumentar la producción de oxitocina en sus cerebros. ¡Y voilá!
los “voles” de la montaña se volvieron tan monógamos como sus primos los “voles”
de la pradera. Pero cuidado, que todo esto se refiere a las hembras. ¿Qué pasa
con los “voles” macho? En ellos el comportamiento monógamo está determinado por
otro neuropéptido, la vasopresina, similar a la oxitocina.
La oxitocina también atrajo la atención de
investigadores en una campo muy distinto: la economía. Algunos economistas no
convencionales decidieron investigar unas de las asunciones básicas del
capitalismo: que las decisiones del mercado son racionales. Y descubrieron que
no lo son. Al contrario, los intercambios humanos consisten más en decisiones
basadas en la confianza y la empatía que en decisiones calculadas a sangre fría
sobre lo que vamos a perder y lo que vamos a ganar. Por ejemplo, gente de todas
las culturas practica algo llamado “castigo altruista”, que consiste en
castigar a personas que vemos que son injustas y poco dignas de confianza
aunque tal castigo conlleve una pérdida para nosotros. Esto se estudió con un
experimento llamado el “juego del ultimátum”. En él hay dos jugadores; al
primero se la da una cierta cantidad de dinero, por ejemplo 10 euros, de los cuáles
debe ofrecer una parte al jugador número dos. Si éste acepta la oferta, ambos
se quedan con la cantidad acordada. Sin embargo, el jugador dos también puede
rechazar la oferta, en cuyo caso ambos pierden todo el dinero. Los resultados
del juego del ultimátum son similares con jugadores de todos lo sexos,
religiones y culturas: por debajo de una cierta cantidad (ésta sí suele variar,
pero suele ser alrededor de los 3 o 4 euros para una oferta total de 10 euros),
el jugador dos decide que el jugador uno está siendo injusto y rechaza la
oferta. Eso significa que está dispuesto a perder 2, 3 o 4 euros con tal de
castigar al jugador uno por ser avaricioso, por eso se le llama a esto “castigo
altruista”. ¿Qué tiene que ver esto con la oxitocina? Si se aumentan los
niveles de oxitocina en la sangre, los jugadores tienden a ser más generosos:
el jugador uno ofrece más dinero y el jugador dos acepta ofertas más bajas. Curiosamente,
también hay diferencias en cuanto al sexo, los hombres tienden más al castigo altruista
que las mujeres, y la testosterona produce efectos contrarios a la oxitocina.
A la oxitocina y la vasopresina se les ha
comenzado a llamar “hormonas sociales” por su fuerte influencia en
comportamientos sociales como la vinculación afectiva, la confianza y la empatía.
Sin embargo, no debemos caer en la simple interpretación de que la oxitocina
nos hace buenos. También se ha visto que este neuropéptido participa en algunos
comportamientos humanos nada admirables, como la xenofobia y la intolerancia;
en general, aumenta la vinculación con individuos que pertenecen a nuestro
grupo y la exclusión de individuos que percibimos como extraños. Por otro lado,
la monogamia que la vasopresina produce en los machos tiene que ver más con la
posesividad que con la vinculación emocional: el macho percibe a la hembra como
parte de su territorio y la defiende como tal. En cuanto al castigo altruista,
también tiene su lado bueno, como la motivación para perseguir a los
criminales, y su lado malo, como las riñas de carretera y otros conflictos que
comienzan con la idea de que un extraño intenta aprovecharse de nosotros.
Más información:
Una nueva investigadora que se ha unido a mi laboratorio hizo la tesis doctoral sobre la oxitocina. Me dice que es los voles de la pradera son animales difíciles, muy agresivos. Es posible que la monogamia vaya unida a la agresividad.
ResponderEliminarInteresante voy a estudiarme el tema con detenimiento.
EliminarMariposas de Chocolate: El castigo del que hablo en este artículo es un poco distinto de las azotainas que describes en tu blog. Queda por resolver el enigma de lo que yo llamo el "fetiche de castigo": la atracción erótica que sentimos algunos por los castigos corporales y la idea de castigo en general. ¿Por qué hay tanta gente que erotiza la idea del castigo?
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