Las palabras sirven para comunicarse y la comunicación es esencial en toda relación. Sin embargo, a menudo se usan como armas para atacar a la pareja o a otras personas. En mi vida me he tropezado con demasiada frecuencia con lo que voy a llamar el Muro de Palabras: una persona que habla de forma agresiva durante largos periodos de tiempo de manera que la otra persona se ve obligada a escuchar en silencio y no tiene tiempo de argüir a su favor.
Funciona de la siguiente manera. La persona empieza a hablar y no para por un largo rato, a menudo a base de dar detalles innecesarios y de repetir lo mismo una y otra vez. Si la otra persona la interrumpe, se quejará enardecidamente de la interrupción y luego continuará con su perorata. Sin embargo, usa un doble rasero en lo que concierne a las interrupciones, porque cuando la otra persona consigue finalmente abrir la boca se verá interrumpida enseguida por otra larga diatriba del que lleva la voz cantante, quien súbitamente ha sentido la necesidad imperiosa de clarificar algo que la otra persona acaba de decir. En los casos más extremos que he encontrado del Muro de Palabras, se producía algún silencio ocasional pero en el momento que abría la boca para decir algo mi interlocutor se ponía inmediatamente a hablar al mismo tiempo que yo, bloqueando lo que intentaba decir. De hecho, el Muro de Palabras puede llevar a una situación en la que los dos hablan simultáneamente, una persona intentando desesperadamente hacerse oír y la otra bloqueándola.
El Muro de Palabras es más difícil de implementar en grupo, pero aun así he visto a una persona tomar el control de una reunión, impidiendo hablar a personas con opiniones contrarias a base de usar su autoridad como coordinadora para darse todo el tiempo de intervención a sí misma.
Quien usa el Muro de Palabras intenta, consciente o inconscientemente, bloquear la comunicación de la otra persona. No está interesado en escuchar, sólo en sermonear. El objetivo es crear un desequilibrio de poder en el que él adopta el papel de un superior sermoneando a un subordinado, como si fuera un adulto riñéndole a un niño o un jefe dándole una reprimenda a su empleado. De hecho, el contenido del discurso en el Muro de Palabras a menudo está lleno de acusaciones. Otras veces quien lo usa se presenta como víctima y el Muro de Palabras se erige bajo la excusa de defenderse contra el presunto maltrato de la otra persona. Por supuesto, puede ser verdad que hay una situación de abuso, pero la manera de evitarla no debería ser el impedirle al presunto maltratador comunicarse. En realidad, el Muro de Palabras es una forma de abuso psicológico en la que el desequilibrio de poder creado por el hecho de que una persona puede hablar y la otra no puede terminar minando la autoestima de la persona silenciada. A menudo, quien lo usa elabora una larga lista de acusaciones que la persona silenciada no tiene posibilidad de refutar. En el peor de los casos, a las acusaciones se le suman amenazas, añadiendo el miedo a las emociones negativas de la culpa y la vergüenza.
¿Qué podemos hacer cuando nos enfrentamos a un Muro de Palabras? No es nada fácil, pues el Muro de Palabras de por sí impide cualquier solución basada en la comunicación. Ahí van algunas ideas:
1. Pídele a una tercera persona que medie en la conversación. Lo mejor es que el mediador esté enterado del problema para así poder arbitrar igualdad de tiempo para hablar. Sin embargo, hay que tener en cuenta de que quien está acostumbrado a usar el Muro de Palabras intentará meter al mediador en su dinámica con protestas de que se le trata injustamente, y al final puede terminar bloqueando la comunicación del propio mediador.
2. Vete. A veces una persona usa el Muro de Palabras sólo cuando está irritada o a la defensiva. En esos casos, postergar la conversación para otro momento donde los ánimos están más calmados soluciona el problema. También puede ser que el intentar hablar con alguien que usa el Muro de Palabras simplemente no valga la pena, pues continuar la conversación en esas circunstancias es una afronta a la dignidad de la persona silenciada.
3. Pregúntate si tú eres parte del problema. Por supuesto, el Muro de Palabras es abusivo, pero a veces se puede usar como mecanismo de defensa contra algo que puedes estar haciendo tú. Obviamente ella no quiere escucharte, pero quizás lo haga por miedo a que algo que puedas decirle vaya a herirla. Aunque tú no uses el Muro de Palabras, eso no te impide soltar amenazas o acusaciones.
4. Usa una palabra de seguridad para indicarle a una persona dada a usar el Muro de Palabras que lleva hablando demasiado tiempo y que le ha llegado el turno de escucharte. Por supuesto, esto depende de que esa persona haya reconocido el problema.
5. Señala el problema diciendo “estás usando un Muro de Palabras”. A menudo el inventar un nombre para un problema ayuda mucho a reconocerlo. Palabras como “sexista”, “homofóbico” y “chantaje emocional” han funcionado muy bien como señales de situaciones de maltrato.
Si se te ocurren algunas otras soluciones, por favor indícalas en los comentarios.
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