Mucha gente se imagina que la mente funciona de la siguiente manera: las sensaciones de la vista, el oído, el tacto, etc. convergen en una parte de la mente donde está nuestro “yo” o “ego”. Ese “yo” decide lo que hay que hacer y pone en movimiento una serie de mecanismos que hacen que se mueva el cuerpo, se busquen recuerdos, se realicen determinados cálculos… es decir, todo lo que hacemos en nuestra vida. A esa parte de la mente desde la cual somos testigos de todo los que percibimos se la ha llamado el “teatro cartesiano”. El nombre proviene del filósofo francés René Descartes, quien creía en el dualismo: que la mente y el cerebro son entes distintos que se comunican entre sí. Y a ese “yo” que experimenta las sensaciones y decide lo que hay que hacer se le ha llamado el “homúnculo”. Todo esto, por supuesto, es una completa tontería.
El teatro cartesiano |
Lo miremos como lo miremos, la organización del cerebro humano no deja de ser desconcertante. Por ejemplo, el cerebro no está organizado como un ordenador, donde toda la información converge en un chip central como el i5 fabricado por Intel que tiene el ordenador con el que escribo. Por el contrario, en el cerebro no hay “chip” central, no hay ninguna parte donde converja toda la información. Además, un ordenador procesa la información de forma lineal, grupos de 32 o 64 bits formando cola para pasar por el procesador central. En el cerebro, por el contrario, toda la información se procesa al tiempo, usándose partes del cerebro a veces muy alejadas entre sí. Todas las neuronas del cerebro están activas todo el tiempo, a veces más, a veces menos, pero siempre hay liberación de neurotransmisores en las sinapsis y disparo de potenciales de acción en los axones. El cerebro sigue activo incluso cuando dormimos, incluso bajo anestesia general. La actividad cerebral sólo cesa con la muerte. De nuevo, la analogía con el ordenador nos falla: el ordenador se puede encender y apagar, el cerebro no.
Pero todo esto no quiere decir que no podamos entender cómo funciona el cerebro, sino que tenemos que estar preparados para lo inesperado. Porque, en realidad, la organización del cerebro tiene su lógica. La parte del cerebro que realiza las funciones más complejas de la mente es lo que está más afuera: la corteza cerebral. En el interior hay una serie de núcleos y partes que realizan funciones dispares, normalmente asociadas con las emociones. La amígdala (“almendra”) procesa el miedo y la ansiedad. El estriado y el núcleo accumbens contienen la llamada “vía del placer” responsable por la motivación, el placer y la recompensa. El hipocampo procesa información espacial y temporal. El hipotálamo segrega hormonas que controlan las funciones del cuerpo. En el centro del cerebro está el tálamo, un área donde convergen todas la sensaciones (menos el olfato). Entonces, ¿no podría ser el tálamo el teatro cartesiano? No, porque el tálamo es sólo una estación más de relé, se encarga de distribuir las sensaciones a zonas especializadas de la corteza donde son procesadas: el córtex visual en la parte de atrás del cerebro, el auditivo en la parte lateral y el córtex somatosensorial que forma como una diadema a los lados. Frente al córtex somatosensorial está un hendidura muy profunda: el sulcus central o fisura de Rolando. Al otro lado hay otra “diadema”: el córtex motor primario, encargado el organizar nuestros movimientos con la ayuda del cerebelo. Aquí es donde nos encontramos con algo que tiene bastante lógica: todo lo que está detrás del sulcus central tiene que ver con sensaciones, mientras que todo lo que está delante del sulcus central tiene que ver con acciones. Por lo tanto, el cerebro está organizado siguiendo el principio de “input” - entrada y “output” - salida. En la parte más delantera del cerebro está el córtex prefrontal, encargado de planear decisiones. Está claro entonces, ¿no?: el “yo” está en el córtex prefrontal.
El córtex cingulado |
La ínsula |
Si, por favor, por favor.
ResponderEliminarUn beso.
Marisa.
Gracias por animarme a continuar con estos temas, Marisa. No concebí este blog para escribir sólo sobre sexo, pero mirando las estadísticas, los artículos sobre sexo son los que más se leen y los que, como éste, tratan de ciencia y filosofía pasan desapercibidos. Creo que el problema es que he atraído a un cierto tipo de lectores. Quizás un blog polifacético está condenado al fracaso. Sin embargo, yo tengo que seguir mi camino, mi propia búsqueda personal en la que el sexo tiene una dimensión espiritual y la ciencia debe de actuar como una luz que nos ilumina el camino y nos evita perdernos en una confusión de ideas mágicas e ilusorias. Sobre eso es sobre lo que quiero escribir.
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