El peligro siempre está donde no lo ves. A las novatas que se empiezan su pasos en el mundo del BDSM les preocupa sobre todo el dolor: ¿serán capaces de soportarlo? ¿y si son demasiado sensibles y decepcionan al Dominante? A las mejor informadas le preocupa el entrar en situaciones de abuso en las que no se respeten sus límites o se las manipule mentalmente. Esto último puede ser, efectivamente, un problema serio, aunque creo que menos frecuente de lo que cabe deducir de lo mucho que se habla de ello. Sin embargo, hay un problema que suele ocurrir con mucha frecuencia en las sesiones de BDSM y que no tiene nada que ver con la falta de ética: el ataque de pánico. En una charla que di ayer en Threshold (la organización BDSM de Los Ángeles), toqué este tema e invité a los asistentes a levantar la mano si alguna vez los habían experimentado en sí mismos o en la persona con quien hacían la sesión. Unos dos tercios de las 45 personas presentes alzaron la mano.
¿Cómo sucede un ataque de pánico en una sesión? Más o menos así… La sesión se acerca a su cúspide de intensidad y tanto la persona Dominante como la sumisa están completamente sumergidos en ella. Pero poco a poco la persona sumisa parece reaccionar menos a lo que pasa. Ha dejado de quejarse con los golpes, no se mueve, ha cerrado los ojos y parece perdida en su mundo interior. Y, de repente, explota. El ataque de pánico se suele caracterizar por una incapacidad de hablar (por lo que en este caso la palabra de seguridad no sirve para nada), dificultad para respirar, mirada errante y aterrorizada, movimientos incontrolados, llanto y a menudo rechazo del contacto físico. Interiormente, una persona que experimenta un ataque de pánico siente ansiedad extrema, terror, “visión de túnel” e incapacidad de pensar y expresarse. Este estado persistirá por un tiempo indeterminado, desde minutos hasta horas. Volver a la sesión es normalmente imposible y, en todo caso, poco recomendable.
¿Qué se debe hacer en estos casos? Lo primero, por supuesto, detener la sesión interrumpiendo cualquier tipo de estímulo doloroso o estresante. Si existen ataduras, deben soltarse inmediatamente ya que la restricción física suele ser uno de los principales agravantes del estado de pánico. Si es necesario, se pueden cortar las cuerdas con unas tijeras o un cuchillo, pero hay que tener mucho cuidado de no cortar a la persona, quien puede sufrir movimientos descontrolados. Si tiene los ojos vendados o estamos en penumbra hay que restaurar la visión, lo que suele dar seguridad. Debemos hablar con voz calma, explicando lo que estamos haciendo aun cuando no parezca entendernos. Si hay dificultad para respirar podemos guiar la respiración con la voz. Hay que avisar o pedir permiso antes de cualquier contacto físico, que puede resultar muy alarmante para quien sufre un ataque de pánico. Si estamos en un espacio público, hay que evitar que demasiadas personas se apiñen alrededor de quien sufre pánico. Sin embargo, si hay algún amigo o persona con quien tiene un vínculo emocional, quizás esa persona pueda ayudar mejor que nosotros. Se debe animar al llanto, ya que libera tensiones. Pasado lo peor del ataque de pánico, cuando la persona ya puede hablar, le daremos la opción de hablar sobre lo sucedido o procesarlo internamente. No es raro que una persona que acaba de sufrir un ataque de pánico necesite estar un tiempo sola para volver a encontrar su equilibrio. Si ese es el caso, nuestra misión será el crear un entorno seguro donde esa persona no sea molestada ni pueda hacerse daño. Debemos mantenernos alerta a cualquier ruido extraño.
¿Por qué suceden los ataques de pánico en las sesiones BDSM? Una sesión pone al sumiso o la sumisa en un estado alterado de consciencia, del que hablaba en un artículo anterior. Ese estado normalmente se experimenta como algo agradable y enriquecedor, pero a veces sirve para sacar a flote traumas del pasado que tienen tal carga emocional que disparan el ataque de pánico. Paradójicamente, la liberación de endorfinas es la que produce ese estado de inmovilidad (“freezing” o “congelado” en inglés) que suele ser el precursor del ataque de pánico. En estudios con animales se ha visto que la liberación de endorfinas es provocada por estrés sobre el que no se tiene control, lo que apunta a que ese estado pueda disparar memorias de sucesos estresantes del pasado. En el mundo BDSM anglosajón, esas memorias se conocen por el nombre de “emocional land mines” -minas emocionales- ya que nunca sabes cuándo te van a explotar bajo los pies. Eso no significa que la persona que experimenta un ataque de pánico esté loca, neurótica o que necesite asistencia de un psicólogo, sino que simplemente pone de manifiesto el poder del BDSM de producir alteraciones profundas de la mente. Llevado a buen puerto, el ataque de pánico puede suponer un proceso curativo para quien lo experimenta, ya que esos contenidos psíquicos negativos se han movilizado y ahora pueden ser procesados de forma consciente.
Creo que es importante que todos los que practicamos el BDSM sepamos que el encontrarnos con un ataque de pánico es algo bastante probable, y que sepamos qué hacer cuando ocurre. De hecho, los ataques de pánico se pueden prevenir si estamos alerta a la aparición del comportamiento “freezing” o “congelado” en la persona sumisa. Si estamos azotando o atando a alguien, es normal que profiera quejidos y se mueva. Lo que no es normal es la inmovilidad frente al dolor. El Dominante debe hablarle a la sumisa de cuando en cuando, quien deberá contestarle. Si no es así, hay que parar, mirar a la sumisa a la cara y verificar que todo va bien. Claro que hay personas que prefieren “meterse para dentro” y no reaccionar cuando reciben dolor, pero eso deberá advertirse durante la negociación de la sesión. Me parece desaconsejable el que el o la Dominante entrene a la persona sumisa a quedarse completamente inmóvil y callada cuando experimenta dolor. No solo eso nos impedirá detectar un ataque de pánico inminente, sino que ese tipo de comportamiento facilita el desencadenamiento del ataque de pánico.
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