Curby, el cockapoo |
Michel lanzó el saludo habitual con la apropiada voz cantarina nada más entrar en su mansión de Beverly Hills. Era un juego que le encantaba a Ashley, basado en un antiguo programa de televisión que veía cuando era pequeña. Él anunciaba su llegada a casa y ella corría a darle un beso de bienvenida en la puerta y a llevarle la cartera.
Pero hoy no, por lo visto. El único que apareció fue Curby, que se puso a dar saltos impresionantes a su lado y a ponerle las patas encima.
¿Dónde se habría metido Ashley? Michel subió las escaleras hacia su dormitorio, seguido de cerca por Curby, que no paraba de dar saltos a su alrededor a pesar de los esfuerzos que hacía Michel por ignorarlo. Al abrir la puerta lo recibió una oleada de calor. El hogar de gas estaba encendido, así como un montón de velas distribuidas por toda la habitación: encima de las cómodas, de las mesillas de noche, del armario y, peligrosamente, de la televisión plana de 48 pulgadas. Michel tiró su chaqueta encima de la cama y buscó el mando a distancia para apagar el fuego. Apagó las velas que había encima del televisor y las puso sobre la cómoda.
-¿Qué haces?
Ashley había salido del cuarto de baño vistiendo una combinación rosa muy sexy y sus zapatillas favoritas, que imitaban a conejos de peluche, largas orejas y ojos de vidrio incluidos. Era una chica menuda con curvas peligrosas, pelo rubio muy corto y chispeantes ojos azules.
-¡Eh, no me apagues las velas! -Dijo con voz de reproche.
-Sólo estas, chérie… Van a meter cera en el televisor, ¿no lo ves?
-Y el fuego… ¿por qué has apagado el hogar?
-Es que hace mucho calor…
-¡Pero si estamos en noviembre! La semana que viene es Thanksgiving, y las navidades están a la vuelta de la esquina. ¿Qué tiene de malo poner la chimenea en otoño?
-Sí, otoño y todo lo que quieras, pero hoy tenemos vientos de Santa Ana. ¿No has notado el calor que hace fuera?
-Yo sólo quería crear buen ambiente para ti. ¡Y tú llegas y empiezas a estropearlo todo! -Dijo con un mohín de disgusto.
Michel le enlazó la cintura con los brazos y la atrajo hacia sí
-¡Oh, chérie, si yo te lo agradezco un montón? ¿Esto quiere decir que ya me has perdonado y vamos a volver a hacer el amor?
-Sí, pero…
Michel no la dejó terminar. La empujó hacia la cama hasta que Ashley tropezó y cayó de espaldas sobre ella. Le levantó el camisón rosa sobre sus muslos perfectos hasta descubrir unas preciosas braguitas de encaje violeta.
-Para, Michel… ¡Para! … Antes tenemos que hablar.
Michel se detuvo y la miró a los ojos.
-¿Sí, chérie?
Ashley se incorporó y palmeó el colchón para indicarle que se sentara junto a ella. Michel así lo hizo. Curby, que había estado dando vueltas nerviosas por la habitación, aprovechó la ocasión para montar la pierna de Ashley, bombeando con sus caderas de forma obscena. Michel intentó quitárselo de encima, pero Curby le lanzó una dentellada y siguió con su faena.
-¡Oh, este maldito perro!
-No digas eso, Michel. Lo que le pasa es que es muy cariñoso.
-Pero, chérie, no puedes dejar que te haga eso. Es indecente, ¿no te das cuenta? ¿No habíamos quedado en que lo ibas a llevar a esterilizar?
-Sí, pero esta mañana Tiffany me ha dado una idea mejor, así que lo he llevado a que lo vea Amanda.
Sin detener su bombeo, Curby insinuó el hocico bajo la combinación de Ashley. Eso fue demasiado incluso para ella, quien se lo quitó trabajosamente de encima, lo llevó hasta la puerta del dormitorio y lo echó fuera.
-¿Y quién es Amanda?
-Es una psicóloga psíquica capaz de comunicarse con la mente de las mascotas. Muchas estrellas de cine acuden a ella.
-¡Oh, la-la, la-la, la-la! ¿Y se ha comunicado Amanda mentalmente con Curby?
-Sí… Bueno, no exactamente… Le hizo su horóscopo y le echó las cartas. Vio que, efectivamente, Curby tiene una fuerte compulsión sexual. Las cartas dijeron que es un problema grave que lo puede llevar a una muerte prematura si no se trata adecuadamente . Así que nada de esterilizarlo, eso lo mataría.
-¿Pero entonces qué vamos a hacer? No pensarás dejar…
-¡Por supuesto que no, Michel! Le tendremos que buscar perritas que lo tengan satisfecho.
-¿Cruzarlo? Pero, ¿quién va querer cachorros de Curby? Ni siquiera es de pura raza.
-¡Cómo que no! Curby es un cockapoo, un perro de diseño, cien por cien caniche y cien por cien Cocker Spaniel. A mi madre le costó una fortuna. Mucha gente se daría con un canto en los dientes por tener sus cachorros.
-Pero un perro no puede ser cien por cien un cosa y cien por cien otra…
Ashley le dirigía una mirada escéptica con conocía harto bien. Imposible discutir de matemáticas con ella. Además, había cosas más importantes de qué hablar.
-Bueno, dejemos a Curby por ahora. ¿Qué hay de nosotros?
-Sí, claro, nosotros… De eso también he estado hablando con Amanda.
-¿Con Amanda? ¿Pero no era especialista en animales?
-Y también en personas. Es una psicóloga muy buena… Y como además es vidente enseguida entiende todo lo que pasa. Estuve hablando con ella casi dos horas.
-¿No le habrás contado…?
-¿Lo de Brittany? ¡Por supuesto que se lo he contado! Esa es la clave del problema, ¿no?
-Pero, chérie, si ya te he pedido perdón mil veces por eso. Además, hace meses que no veo a Brittany…
-¡Claro que no la ves! Porque ella te dejó… ¿Te crees que no lo sé? Tiffany es amiga de una amiga suya, y me lo ha contado todo. Te dejó porque no le hacías bien el cunnilingus. Por lo visto, te ligó porque pensaba que al ser francés lo sabrías hacer muy bien. ¡La muy zorra!
-Bueno, ¿y qué te dijo Amanda? ¿Te aconsejó que hicieras el amor conmigo? Porque supongo que no habrás hecho todo esto por nada… -Dijo señalando a las velas que ardían por toda la habitación.
-Claro… ¡Si es que no me dejas que te lo explique! Me dijo que hice bien en fiarme de mi intuición y no dejar que me penetraras, porque el problema de fondo es que tenemos una relación sexual demasiado coitocéntrica. La penetración es para ti una forma de expresar tu agresividad y tu voluntad de dominarme. Pero ese deseo de dominar que tenéis los hombres es imposible de satisfacer, cada vez queréis más, así que necesitáis a otras mujeres para…
-¡Pero eso no es verdad, chérie! El hacer el amor no es expresar mi dominación, ni mi agresividad, sino el amor que siento por ti… Lo de Brittany fue un simple error, el dejarme llevar por la tentación. Le pasa a mucha gente, pero no volverá a ocurrir, te lo juro. ¡Yo sólo te quiero a ti! ¡Tú eres la mujer de mi vida!
-Bueno, pues si es verdad que me quieres tendrás que ser capaz de entender mis sentimientos… Y ayudarme a curarme de esta herida que tú mismo me has hecho.
-¿Y qué tengo que hacer?
Ashley de dirigió una de sus sonrisas más encantadoras mientras sus ojos brillaban con entusiasmo.
-¡Amanda ha tenido una idea maravillosa! Verás, te lo voy a enseñar…
Ashley sacó del armario dos cajas de cartón blanco. Se sentó con una de ellas en las rodillas. En la caja había una foto de un vibrador de aspecto sofisticado.
-¿Un vibrador?
-Sí. A partir de ahora vamos a practicar sexo de alta tecnología, limpio y sano. Nada de penetraciones… que, tendrás que reconocer, son un poco asquerosas, con tanto mocos y tantas secreciones.
-¡Mais tu es devenue complètement folle!
-No me hables en francés, Michel, que no lo entiendo. Habla en inglés, que para eso estamos en América.
-Pero, chérie, si tú siempre me has dicho que mi acento es lo que más te gusta de mí, y que es muy romántico cuando te hablo en francés.
-Pero no ahora, Michel. Ahora estamos hablando de algo muy serio y necesito entender lo que dices.
-Bueno, pues he dicho que te has vuelto completamente loca. ¿Cómo vamos a hacer el amor con un vibrador? Eso es completamente artificial, falso e inhumano. No se puede comparar con la intimidad del contacto cuerpo a cuerpo, el sentir los músculos tensarse y relajarse, el estar uno dentro del otro… Además, esos mocos y esas secreciones de las que hablas no son asquerosas, sino algo natural…
-¿Ah, sí? Pues cualquiera lo diría viendo cómo reaccionas cuando me haces el cunnilingus ese…
-Eso fue una vez, chérie, te lo he explicado mil veces. Fue que me había sentado mal la comida.
-Ya… ¿Eso es lo mismo que le dices a Brittany?
Michel suspiró.
-¿Es que no podemos tener una conversación decente sin que saques a relucir a Brittany?
-Eso es lo que estoy intentando hacer, pero tú no me escuchas. Dices que estoy loca sin siquiera dejar que te explique lo que hace este aparato.
-Vale, muy bien, ¿qué hace?
-No es un vibrador, Michel, es mucho más sofisticado que eso. Se llama iCum y es capaz de producir unos orgasmos fuertísimos.
-¿Sí? ¿Y cómo?
-¡Ay, Michel, no me pidas que te explique cómo funciona, que ya sabes que soy una negada para la tecnología! Amanda me lo explicó con pelos y señales, pero ahora no me acuerdo. Mira, aquí lo explica todo…
Asley abrió la caja y sacó un grueso libro de instrucciones. Michel lo ojeó. Era tan grueso porque contenía información en más de una docena de idiomas. Las instrucciones en inglés no eran más de cuatro páginas.
“¡Tiene usted en sus manos la maravilla tecnológica que traerá una nueva Revolución Sexual! El iCum-F es la llave para expandir su capacidad sexual hasta límites insospechados. No se deje engañar por las apariencias, el iCum-F no es un simple vibrador, sino un instrumento que combina sofisticados sensores para medir el nivel de excitación del clítoris con una gama de estimuladores capaces de reclutar todas y cada una de las fibras nerviosas del aparato genital femenino. Por supuesto, el iCum-F es capaz de producir cualquier tipo de vibración conocido hasta la fecha, pero nuestro equipo de investigadores descubrió que la vibración mecánica no es la manera más eficaz de estimular el clítoris. La clave del placer está en la estimulación eléctrica, que el iCum-F es capaz de modular en intensidad y frecuencia para llevarla a usted al éxtasis. Al mismo tiempo que estimula sus fibras nerviosas, el iCum-F mide la impedancia de la mucosa del clítoris para estimar su grado de excitación. Para eso se ayuda también de un pulsioxímetro láser que mide a la vez la irrigación sanguínea, la presión arterial y la frecuencia cardíaca. Todo esto es integrado en el cerebro del iCum-F, un diminuto ordenador que…”
-No pensarás pasarte toda la tarde leyendo eso.
-¡No, no claro! -Dijo Michel cerrando el libreto-. Desde luego, es verdad que es mucho más avanzado que un simple vibrador.
-¡Ves! Si es que no te fías de mí. A veces pienso que crees que soy tonta.
-¡No digas eso, chérie! ¡Cómo voy a pensar eso de ti! ¿Y qué hay en la otra caja?
Ashley le dedicó una sonrisa traviesa, como si hubiera estado esperando esa pregunta.
-Lo otra caja es para ti. ¿No habrás pensado que yo sólo me preocupo de mi placer, no?
Ashley abrió la caja y sacó cilindro mucho más grueso que el iCum-F.
-Éste es el iCum-M, para hombres. ¿Ves? Por este agujero metes el pene. Al fondo hay un dispositivo que estimula el glande de la misma forma que el iCum-F estimula el clítoris. Pero tiene un montón de cosas más… Amanda me lo explicó todo, pero ahora mismo no sería capaz de acordarme de todos los detalles.
-Bueno, vamos a ver…
Michel encontró el folleto y se dispuso a leerlo.
-¡Ay, no te pongas a leer eso ahora! -dijo Ashley arrebatándole el folleto-. ¿Para qué te crees que he preparado la habitación así? ¿Cómo salón de lectura?
-Pero tendremos que ver cómo funciona esto -protestó Michel, dándole vueltas a su iCum-M-. ¿No se puede abrir? Porque si me corro dentro, habrá que limpiarlo, digo yo.
-Eso sí que te lo puedo explicar. ¿Ves? Para eso están estas cosas.
Ashley sacó una bolsa de plástico de la caja del iCum-M. La abrió y extrajo un redondel de goma de dentro.
-Son insertos desechables de caucho natural para poner dentro de tu iCum-M. Cuando lo usas, lo tiras y la próxima vez pones uno nuevo.
-Ya veo… Vaginas de usar y tirar -dijo riéndose de su propio chiste.
-¡Tonto! Como ves, es un sistema de lo más higiénico. Se acabó el cambiar las sábanas después de hacer el amor.
-¡Si es que tú eres una exagerada! ¡Ni que mi semen fuera venenoso! Oye… ¿y cuánto te han costado estos juguetitos?
-Novecientos noventa y nueve dólares. Más impuestos, claro.
-¡Virgen santa! ¿Los dos o cada uno?
-Cada uno. ¡Venga, Michel, si tú siempre dices que el dinero no es problema! ¿Qué puede ser más importante que nuestra vida sexual?
-Pero es que esto no es nuestra vida sexual. Estos chismes sólo sirven para masturbarse, que es distinto.
-Para masturbarse no, para hacer el amor. Porque no pensarás usar tu iCum cuando no estás conmigo, ¿no?
Ashley fruncía el ceño de una manera que indicaba que sólo había una respuesta posible.
-No, claro… Pero, chérie, aunque usemos los iCums a la vez, eso no es lo mismo que hacer el amor…
Ashely lo derribó sobre la cama y se le puso encima, juguetona.
-¡Tonto! ¿Te crees que no sé lo que tú quieres? Podrás tocarme todo lo que quieras: el culo, las tetas, lo que te apetezca… Pero en vez de metérmela a mí, se la metes al iCum. Verás como sabe tratártela muy bien.
-Eso no suena muy romántico…
Ashley lo besó ferozmente en los labios.
-¡Venga no seas tan negativo! Vamos a probar.
Tras una frustrante demora por ciertas dificultades en ponerle el inserto al iCum-M, por fin entraron en faena. Michel se puso a manosear a Ashley pero ella, cuando vio que él no tomaba la iniciativa, se bajó las bragas ella misma y corrió a aplicarse su iCum-F al clítoris. Michel se quedó mirando su cara de éxtasis sin saber muy bien lo que hacer. Finalmente, agarró su iCum-M, lo lubricó e introdujo cautelosamente su pene en él.
El aparato se cerró como un cepo sobre su polla, iniciando movimientos ondulatorios subiendo y bajando sobre la verga. No era desagradable, pero sí un tanto amenazador sentirse así atrapado. Pero entonces empezó lo bueno. Una exquisita descarga eléctrica le atravesó el frenillo, seguida de suaves vibraciones y deliciosos chispazos de energía estática. Pensó que no iba a tener más remedio que correrse enseguida e intentó sacar la polla del iCum para que evitar la eyaculación inminente, pero el chisme no parecía estar dispuesto a soltarlo. No obstante, la estimulación de su punto de placer se detuvo, siendo remplazada por nuevos masajes a lo largo de su verga endurecida.
Luego todo empezó otra vez.
-¡Ah, chérie, c’est vraiment magnifique! Tenías razón, este cacharro sí que sabe cómo dar placer.
Pero Ashley, tendida a su lado, no lo escuchaba. Se sacudía espasmódicamente en lo que parecía ser el orgasmo más intenso de su vida.
***
-¡Honey, I’m home!
Ashley escuchó el saludo cantarín con el que Michel anunciaba su llegada a casa. Hacía tiempo que se había cansado de ese juego estúpido de hacer de ama de casa de los años 50, pero no tenía corazón para decírselo a Michel. Menos mal que Curby se encargaba de darle la bienvenida cuando ella estaba ocupada, como en ese momento. Aguzó el oído esperando oír el acostumbrado sonido de uñas arañando el parqué, pero nada… ¿Dónde se había metido ese estúpido perro? Tendría que ser ella quien le diera la bienvenida a Michel.
Dejó los dos iCums sobre la cama con la bolsa de “vaginas”, como le había dado a Michel por llamarlas. Se miró en el espejo para ver si su maquillaje seguía en regla, se ajustó la tira del camisón en el hombro y salió del dormitorio.
Lo había estado esperando ansiosamente. Llevaban tres días sin poder hacer el amor y eso empezaba a crisparle los nervios. Los padres de Michel habían venido desde París a pasar las navidades con ellos, y a ella le había tocado llevar a su suegra, que no hablaba ni media palabra de inglés, de compras a Rodeo Drive. Ella tampoco hablaba francés, así que no sabía cómo iban a comunicarse, pero Michel había insistido en dejarlas a las dos solas diciendo que comprar era cosa de mujeres. Después de ciertas tensiones resultantes de su fracaso en comunicarle a Madame Nicole lo caras que podían ser las tiendas de ropa en Beverly Hill, su propia madre se había ofrecido en acompañarla.
Y encima hoy, viernes 26 de diciembre, cuando todo el mundo hacía puente, Michel se había empeñado en que tenía que ir a trabajar.
La tentación de usar el iCum ella sola había sido casi irresistible, pero le había prometido a Michel que sólo lo usaría cuando estaba con él. Incumplir esa promesa sería como ponerle los cuernos, se había dicho, y así había conseguido dejar el chisme en su caja todo el día.
-¡Oh, cariño, te he echado tanto de menos! -Le gritó al oído mientras le saltaba encima para abrazarlo con brazos y piernas-. ¡Vamos corriendo al dormitorio, no resisto ni un segundo más!
-¡Ah, chérie, yo tampoco! Pero, por favor, sácame una botella de Perrier de la nevera, que vengo sediento. Tenemos vientos de Santa Ana otra vez.
Asley subía por las escaleras con la botella de Perrier cuando oyó a Michel soltar un grito escalofriante desde el dormitorio.
-¡Arrrg! ¡Mis vaginas! ¡Curby se ha comido mis vaginas!
Cuando abrió la puerta de la habitación contempló un panorama desolador: la bolsa de insertos para el iCum-M yacía sobre la cama, destrozada a dentelladas. Las “vaginas” estaban esparcidas por todo el cuarto. Mientras miraba, Curby cogió una entre los dientes. Sosteniendo el otro extremo entre las patas, estiró hasta que el inserto se desgarró con un sonoro “plob”.
-¡Curby, malo! ¡Muy malo! ¡Mira lo que has hecho!
Curby se limitó a menear la cola y mirarla excitado. Cuando se fue hacia él para darle su merecido, Curby cogió la última vagina intacta y, haciendo un quiebro para esquivarla, salió corriendo por la puerta.
-¡Esto es el colmo! -Gritó Michel enfurecido-. ¡Quiero ese perro fuera de casa! ¡De mañana no pasa!
-Cálmate, Michel. Ya sabes que no podemos echar a Curby de casa, mi madre está enamorada de él desde que nos lo compró. Si lo echamos, al día siguiente te echan a ti del trabajo.
-¡Qué desastre! ¡Nunca debí aceptar que me contrataran tus padres! ¿Qué vamos a hacer ahora?
Michel se sentó en la cama y enterró la cara entre las manos. Ashley se sentó a su lado y se puso a masajearle los hombros.
-Venga, no te preocupes. Seguro que habrá algún inserto que aún puedas usar.
Se pasaron la siguiente media hora recogiendo las vaginas y examinándolas una a una. Curby había sido muy metódico, no quedaba ni una intacta.
-No te preocupes, el lunes mismo voy a ver a Amanda y te consigo una bolsa de insertos nuevos.
-¿El lunes? ¡Pero si estamos a viernes!
-Es que Amanda se va los fines de semana a su chalet de Palm Springs.
Michel miraba dubitativo a su iCum-M.
-A lo mejor se puede usar sin inserto. Total, luego lo lavo bien y ya está.
-No creo que sea una buena idea, Michel…
Pero Michel ya se estaba quitando los pantalones. En cuanto estuvo desnudo se le echó encima y empezó a tocarla por todas partes. Se puso a cien, no tanto por los torpes manoseos y apretujones que le daba Michel como por la inminencia del momento en que iba a usar su querido iCum-F. Al final no pudo resistir más. Ella misma se arrancó las bragas y cogió el iCum-F de su mesilla de noche.
Las primeras deliciosas pulsaciones empezaron a recorrerle el clítoris. A través de los párpados entrecerrados vio como Michel introducía cautelosamente su polla erecta en su iCum-M. Unas exquisitas descargas de estática la hicieron cerrar los ojos. Un grito escalofriante de Michel la obligaron a abrirlos de nuevo, de golpe.
-¡Ay! ¡Ayayayay! ¿Cómo demonios se para esto? ¡Ashely, por favor, apágalo!
Michel luchaba como un cosaco por sacar su pene del aparato, que no parecía estar dispuesto a solárselo.
-No se puede apagar, es automático.
-¡Pues sácale las pilas! ¡Haz algo, joder!
-No tiene pilas, se carga con el USB, ya lo sabes. Te iba a decir que sin el inserto las descargas eléctricas quizás fueran un poco intensas.
-¿Y ahora me lo dices? ¡Ay!
Por suerte el suplicio no duró demasiado. El pobre pene torturado de Michel no tardó en perder la erección ante tan rudo tratamiento y así consiguió liberarse del cepo que lo aprisionaba.
Se quedaron los dos mirándose, sin saber qué decir.
-Michel, por favor, no aguanto más… -le dijo suplicante.
La mirada ansiosa que él le dirigió la hizo temerse lo peor. Se puso a rezar una plegaria para que no se lo pidiera.
-Ya lo sé, chérie… Hazlo tú sola. Yo me quedaré a ver cómo te corres. Eso es placer suficiente para mí.
Soltó un suspiro de alivio y se echó a sus brazos.
-No me esperaba otra cosa de ti. Siempre te has portado como un buen caballero francés. ¡Ay, cómo te quiero!
-¡Mais bien sûr, chérie!
Volvió a cerrar los ojos y a abandonarse a las exquisitas sensaciones que le proporcionaba su iCum-F. Estaba excitadísima. Era vagamente consciente de la presencia de Michel a su lado, acariciándole los pechos, el vientre, el interior de los muslos, pero todo eso palidecía frente a la rigurosa disciplina de placer que le iCum le imponía en el sexo, llevándola a cimas cada vez más altas… Para dejarla colgada en el último momento. Las descargas y las vibraciones bajaban hasta cero justo cuando estaba a punto de alcanzar el clímax.
La tercera vez que le pasó se dio cuenta de que algo no funcionaba.
-¿Qué pasa, Michel? -gimió-. ¡Se para justo cuando estoy a punto de llegar al orgasmo!
-¿No te acuerdas, chérie? La última vez que usamos los iCums decidimos ponerlos en modo “edging”.
-¿Y qué coño es “edging”?
-Pues eso: que te acerca al orgasmo y luego vuelve a empezar.
-¡Me estás tomando el pelo!
-No, chérie. Tú misma me lo pediste porque diste que acabábamos demasiado rápido.
-¡Fuiste tú el que acabaste demasiado rápido! -Dijo furiosa-. ¿Por qué coño tienes que tocar mi iCum?
-No te preocupes, chérie -dijo Michel compungido-. Lo reprogramamos en un momento.
-¡Déjame, ya lo hago yo!
Se levantó de la cama, buscó el cable USB en el cajón de la cómoda y lo usó para enchufar su iCum-F al ordenador portátil.
-¡Este cacharro cada vez tarda más en arrancar! Necesitamos comprar un ordenador nuevo, te lo he dicho mil veces.
Michel intentó masajearle los hombros. Se sacudió sus manos de encima con un gesto airado.
En la pantalla apareció un mensaje:
New hardware
Looking for drivers…
Se cerró la ventana y enseguida se abrió una nueva, más grande y con fondo negro.
-¡Nooooo! -exclamó con frustración.
Michel se acuclilló a su lado para poder leer la pantalla. Se quedaron los dos mirando el nuevo mensaje:
System update
Please wait
Downloading…
Más bajo había una barra con una pequeña muesca verde en el extremo izquierdo. Sobre ella ponía “1%”. Después de un rato el número cambió a “2%”.
Incapaces de moverse, siguieron mirando durante una eternidad mientras la barra proseguía su curso glacial hacia el 100%.
Este relato está inspirado por dos cosas. La primera es el relato ganador del concurso de Magazine Malicieux, "Un estreno de película":
ResponderEliminarhttp://www.malicieux.es/magazine/finalistas-concurso-de-relatos-i/un-estreno-de-pelicula.html
La segunda es la canción de Christine Lavin, "Artificial Means". Es muy graciosa y toca el mismo tema: el problema de basar el sexo en juguetes más que en cuerpos reales.
Tengo que reconocer la ayuda que mi querida esposa, Valentina, aportó a la historia. Como la creación del personaje más importante: Curby el cockapoo. Y la psíquica para perros, algo que existe en realidad en California. Y el disuadirme de usar "orgasmotrón" para mi super-vibrador... me dijo que esa palabra ya se había usado en la película de Woody Allen "Sleeper". Ella insiste que la palabra iCum se le ocurrió a ella, pero no es verdad, eso fue idea mía...
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