Que
estemos a salvo.
Que
tengamos salud.
Que
seamos felices.
Que
vivamos una vida fácil,
sin
preocupaciones ni miedos.
Éste es
el mantra de la compasión. Se utiliza en una forma de meditación basada en el
Budismo Tibetano, que consiste en repetir estas frases mentalmente, buscando desarrollar
las emociones asociadas con ellas. El sujeto de las frases es, al principio,
uno mismo… Nos deseamos libertad, seguridad, salud, felicidad, etc., a nosotros
mismos. Luego se va expandiendo a las personas a las que queremos, a las que
conocemos, a nuestros enemigos, incluso… hasta abarcar toda la humanidad.
La
palabra “compasión” tiene algo de mala prensa. A muchos le suena a algo que se
siente por aquellos a quienes consideramos inferiores a nosotros, por ser más
débiles e indefensos. En particular, está mal visto sentir compasión por uno
mismo - autocompasión - porque eso equivaldría a vernos como seres débiles y
lastimeros, en vez de los valientes luchadores que todos pretendemos ser. La
psicología moderna enfatiza un modelo de persona basado en la seguridad en uno
mismo, pero no nos explica demasiado bien lo que tenemos que hacer cuando
sufrimos un revés a pesar de toda esa seguridad. Estudios recientes han
mostrado que personas entrenadas en la compasión por uno mismo (“self-compassion”
en inglés, que no es lo mismo que “autocompasión”, que se traduciría como “self-pity”)
tienen más éxito que las personas con mucha seguridad en sí mismos.
El
sentido original de la palabra compasión es el de “sufrir con alguien”, es
decir, el sentir empatía por el sufrimiento de los demás. Ese es precisamente
el significado de la compasión budista, “karuna” o “metta”. El sentir empatía
por el sufrimiento de alguien no conlleva que nos sintamos superiores a esa
persona, sólo se trata de darse cuenta de que todos sufrimos, tarde o temprano.
No podemos ser felices si estamos rodeados de sufrimiento. Si somos capaces de
serlo, es porque una parte esencial de nuestra humanidad se ha atrofiado: la
parte que nos permite sentir empatía. Esta meditación sobre la compasión
pretende conseguir lo contrario: entrenar nuestro sentido de empatía hasta
conseguir que la emoción de la compasión se convierta en una constante en nuestras
vidas.
¿Y la
compasión por uno mismo? Paradójicamente, para disminuir nuestro sufrimiento primero
debemos volvernos sensibles a él. Sólo así conseguiremos darnos cuenta de los
hábitos mentales y las emociones negativas que nos hacen sufrir. Este darnos
cuenta nos llevará de forma natural a modificar el funcionamiento de nuestra
mente, de forma que aprendamos a existir en un estado de mayor felicidad.
El
mantra de la compasión es dominio público, pero yo lo encontré en el libro “The
Mindful Path to Self-Compassion”, por Christopher K. Germer, publicado por
Guilford Press. Excepto el primer verso. Un día, al recitarlo con mi familia antes
de comer, me di cuenta de que faltaba algo: la búsqueda de la libertad, que
siempre debe contrarrestar nuestro deseo de seguridad.