Cuando finalmente se descubre su
secreto, una esposa infiel recibe una buena dosis de sus propias perversiones.
Julia se
sobresalta al entrar al dormitorio. Ricardo es una presencia amenazante y
silenciosa junto a la cama.
-¡Joder, qué susto!
No sabía que estabas aquí.
Julia se sienta en
la cama para quitarse los zapatos. No se los debía haber puesto para ir al
trabajo. Tienen demasiado tacón.
Ricardo no
responde. Paulatinamente, Julia se va dando cuenta cómo cruza los brazos, de cómo
la mira.
-¿Pasa algo?
Ricardo cierra la
puerta. Luego se planta frente a ella, todavía cruzado de brazos.
-¡Claro que pasa
algo! Lo sé, Julia. Lo sé todo.
Niégalo, niégalo,
niégalo. Ella deja escapar una risita.
-¿Sabes todo de
qué?
Espera que él no note
el temblor en su voz.
-Lo que has estado
haciendo tras mis espaldas, -descruza los brazos, no sabe qué hacer con las
manos-. Vi tu perfil en Fetlife. Todas las fotos guarras que has colgado allí.
Joder. Esto va en serio.
Niégalo, niégalo,
niégalo.
-¡Fetlife! Debería
haber borrado mi perfil hace tiempo. ¡Hace años que no he estado allí!
Se pone en pie frente
a él. Sin los tacones, su frente apenas le llega a la barbilla.
-Entraste anoche,
Princesa Zorra. Para colgar tu última foto, la de tus tetas. También le
enviaste un mensaje a Switchy, cuyo nombre real es Enrique, tu amigo… ¿o tal
vez tu amante?
-Cómo puedes saber
todo eso… -murmura.
-No estaba
fisgoneando en Fetlife. Pirateé tu cuenta. Y luego también pirateé tu correo
electrónico… Sí, tu cuenta encriptada en Protonmail. Me he pasado horas leyendo.
Así que, a estas alturas, ya lo sé todo. ¡Absolutamente todo! Así que ya puedes
dejar de fingir, Julia. Deja de mentirme.
Esto debe ser una pesadilla.
Se queda paralizada
frente a él. Baja lentamente la mirada al suelo.
-Me has estado
mintiendo durante años. Me has estado engañando con Enrique… Y sabe dios
cuántos más… ¿A cuántos más te has tirado, Julia?
Su mente corre
desbocada. Todas las mentiras que había preparado, todas las evasivas, son
ahora inútiles. Si ha pirateado sus correos electrónicos, lo sabe todo. No va
de farol.
-¿Cuántos más te
han follado, Julia?
El miedo se filtra
como un líquido helado en sus venas. Todo está perdido. La casa, las cuentas
bancarias, las tarjetas de crédito. Difícil saber qué quedaría después del
divorcio.
Tendrá que dejar
su trabajo en el museo y conseguir un empleo con un buen salario.
-¿Qué piensas
hacer? -se atreve a preguntar finalmente.
-Llevo pensando en
eso todo el día… Se me han ocurrido algunas ideas.
-¿Qué ideas?
Le agarra sus
pantalones por la cintura, los desabrocha y le abre la cremallera. Se los baja hasta
las rodillas.
¿Me va a follar? ¿Un poco de sexo iracundo y ahí
se queda la cosa?
-¡Y yo que pensaba
que te afeitabas el coño por mí! Pero no, lo hacías por Enrique.
Ella se mira la entrepierna.
-No, por ninguno
de los dos. Lo hice por mí.
Él le baja las
bragas hasta la mitad de los muslos.
-¡Claro! Para hacerte
fotos y enseñárselas al mundo entero. ¡Serás guarra!
-No lo entiendes, Ricardo…
-¡Pues claro que
no lo entiendo! Pero estoy seguro de que me vas a explicar.
Ella finalmente se
atreve a levantar los ojos para encontrarse con los de él.
-¿Entonces no vas
a divorciarte de mí?
-No lo sé… ¿Tú qué
crees, Julia? ¿Nos divorciamos? ¿Vale la pena continuar con esta farsa?
-No quiero el
divorcio, Ricardo.
-¡No, claro que no!
¡Lo que quieres es seguir disfrutando de nuestro nivel de vida y hacer lo que
te da la gana! ¡Follando con quien se te ocurra! ¿Realmente te compensa seguir viviendo
una mentira? ¿Aún me quieres, Julia?
-¡Por supuesto que
sí! -sus ojos continúan fijos en los de él-. Ya sé que es difícil de entender…
difícil de explicar, quiero decir… Pero lo que he estado haciendo no significa
que no te ame. Te quiero, Ricardo. Un montón."
Él la mira en silencio.
Ella se esfuerza en sostener su mirada.
-¿Y tú? ¿Tú me quieres,
Ricardo?
Contiene la
respiración esperando su respuesta.
-Sí que te quiero.
¡Si no, todo este asunto no sería tan doloroso!
Julia suelta un
suspiro de alivio. Se agacha para subirse las bragas.
-Ni se te ocurra subírtelas.
Ricardo se
desabrocha el cinturón. Lo saca lentamente de las presillas de sus pantalones.
-Te diré lo que voy
a hacer. Voy pegarte en el culo hasta ponértelo como en esa foto que publicaste
en Fetlife.
Ella se ríe.
-¡Pero si a ti
esas cosas no te gustan!
-¡Ah, conque no me
gustan, eh! Pues ahora mismo me sentiría mucho mejor dándote una buena paliza.
-No tienes ni idea
de lo que estás hablando -dice aprensiva.
-No hace falta saber
mucho… Sólo que me gustaría infligirte tanto dolor tú me has hecho tú a mí…
Pero bueno, tampoco creo que te importara tanto, porque tú disfrutas con esas perversiones.
¿No, Julia?
-Bueno, depende…
-¿Cómo te marcaron
el culo en esa foto?
¿Lo dice en serio? ¿Realmente piensa pegarme con
el cinturón?
-¡Contéstame,
Julia! ¡Y no me mientas!
-Enrique me dio
una azotaina. Luego me pegó con una correa.
-¿Así que dejaste
que te pegara Enrique, pero yo no puedo zurrarte?
-¡No es eso! No lo
hizo para castigarme.
-Pero sí que te
mereces que te castigue, ¿o no?
-¿Vamos a arreglar
las cosas? ¿Me vas a perdonar?
-¡Respóndeme,
Julia! ¿Mereces que te castigue?
Siente un
cosquilleo de anticipación en el trasero. Traga saliva.
-¿No me vas a dejar?
-¡No me estás
contestando!
-Tú tampoco.
Se desafían con la
mirada.
-Las cosas van a cambiar.
Se acabó lo de hacer la golfa.
-Por supuesto.
-Y te castigaré si
lo haces. Como voy a hacer ahora. ¿Vale?
Solo me va a dar unos cuantos azotes. Luego me follará
a lo bestia y todo habrá terminado.
-Vale.
La agarra por la
muñeca y la tira bocabajo en la cama. Sus movimientos son bruscos, decisivos. Julia
no podría haberse resistido si lo hubiera intentado.
El cinturón cae
enseguida sobre sus nalgas. El dolor lacerante disipa toda ilusión de que él iba
a andarse con remilgos.
Apenas tiene tiempo
para recuperar el aliento cuando recibe el segundo correazo.
-¡Joder, Ricardo!
¡No me pegues tan fuerte!
-¿No? ¿Y por qué
no? ¿Qué te crees, que esto es un juego? ¡Quiero hacerte daño, Julia! Que nunca
va a ser tanto como el que me has hecho tú a mí.
Acentúa lo que
dice con un tercer golpe, aún más fuerte que los anteriores. El dolor la atraviesa,
haciéndola gritar.
-¡Así! ¡A ver si
te enteras!
Él le pega. Ella aulla.
¡A la mierda!
Se levanta de la
cama de un salto. Ricardo se queda con el cinturón levantado.
-¿Qué coño haces?
-Tenemos que
hablar sobre ... ¡Ay!
El cinturón cae
sobre la delantera de sus muslos con un resultado aún más doloroso que en su
trasero.
-¡Auuu, cómo duele!
¡No me pegues en las piernas!
-Si pones el culo,
te pego en culo. Si no, en las piernas, o donde sea. Tú eliges.
Sus ojos brillan
de furia. Aprieta la boca con determinación. Vuelve a levantar el cinturón. Julia
da un paso atrás, pero no consigue evitar que el cinturón vuelve a azotarle los
muslos.
Suelta un grito, se
da la vuelta y se tira en la cama. El cinturón le azota el trasero una, dos,
tres veces, en rápida sucesión. Se encabrita y patalea con cada golpe.
Ricardo se detiene.
Le arde el culo. Sus puños se aferran a la colcha.
-¿Has terminado?
Levanta la mirada y
lo descubre hurgando en su bolso. Ha encontrado su móvil.
-Las cosas van a
cambiar.
-Por supuesto,
Ricardo -le tiembla la voz.
-Quiero que rompas
con Enrique. ¡Ahora mismo!
Tira el móvil en
la cama frente a ella.
-¿Qué quieres que le diga?
-Que no lo vas a
volver a ver.
Ella desbloquea su
teléfono.
"No podemos volver
a vernos" escribe.
Ricardo se
arrodilla en la cama para leer por encima de su hombro.
La respuesta llega
de inmediato:
"¿Por qué?"
Ella escribe:
"Ricardo se ha enterado de lo nuestro". Le enseña el mensaje a
Ricardo.
-Mándalo.
“¡Joder! Lo
siento, Julia. Entonces, ¿no os vais a separar?”
Mira
interrogativamente a Ricardo. El asiente.
“No.”
-Dile lo que te
estoy haciendo -lo enfatiza con un nuevo correazo.
Ella escribe:
"¡Me está pegando con el cinturón, Enrique!"
Un nuevo azote.
Luego llega la respuesta: "¡Me estáis poniendo a cien!"
"¡¡¿¿Qué??!!
¡¡¡No es un juego, Enrique !!! ¡Me duele un montón! "
“Sí, pero al menos
no os vais a separar. Mejor que dé rienda a su rabia. ¡Aguanta, Julia!".
Ricardo le quita el móvil.
-Bueno, parece que
él sí que lo ha entendido -murmura, y apaga el móvil.
Los correazos
empiezan otra vez, frustrando sus esperanzas de que la paliza hubiera acabado.
-¿A que no sabes quién
se está haciendo una paja ahora mismo pensando en lo que le está pasando a tu lindo
trasero? -le dice mientras sigue pegándole implacablemente.
El dolor se
acumula hasta convertirse en una mezcla infernal de aguijonazos y quemaduras,
renovada cada pocos segundos con un nuevo azote. Julia se aferra a la cocha,
sollozando y gimiendo. No se atreve a moverse, ni siquiera a suplicar,
esperando que Ricardo se apiade de ella y termine el castigo.
Ricardo se detiene.
Se oye un clic. Se atreve a mirar hacia atrás y ve que Ricardo le está haciendo
fotos del culo con su móvil. Él le quita los pantalones y las bragas y le separa
los pies de una patada. Más clics.
Tira el móvil en
la cama frente a ella.
-Míralas.
Su pompis es una
masa rojiza de cardenales y moratones. Las últimas fotos muestran su ano y los labios
hinchados de su coño.
-Pensé que serían
una buena adición a tu colección de fotos en Fetlife. Vamos, a subirlas.
-Estás de coña.
-¿Prefieres que
siga dándote con el cinturón?
Se apresura a
salir de la cama. Ricardo la agarra del brazo y la lleva hasta su ordenador portátil.
Ignorando sus quejas, la obliga a sentarse en la silla. Es como sentarse en una
parrilla. Conecta su móvil al ordenador, abre Chrome y Fetlife. Ricardo la hace
subir la primera foto y le dicta el pie de foto:
Esto es lo que le pasó a mi culo cuando mi marido
se enteró de que soy una adúltera y una zorra.
Luego tiene que
subir la foto que muestra su partes íntimas y escribir:
Éste es mi coño de puta y mi ano perverso, en medio de mis
nalgas bien azotadas.
La primera imagen
comienza a recibir "loves" mientras que la segunda aún se está subiendo.
-¿Ves? Les gustan.
¿Por qué publicas esas fotos, Julia?
Está demasiado
confundida y dolorida como para mentirle.
-Me gusta pensar
en la cantidad de la gente que masturba contemplando mi cuerpo.
-Y también
imaginándose lo estupendo que sería follarte. Aunque con éstas estarán
fantaseando con los gritos que das cuando te dan unos buenos correazos en el
culo.
-Sí, seguro que
algunos se están masturbando con eso.
-¡Pero tú eres
mía, Julia, y de nadie más! ¡Te lo voy a demostrar!
La levanta de un
tirón de la silla y la dobla sobre el borde de la cama. Ella lo oye bajarse la
cremallera y presiente lo que se avecina.
Su polla dentro de
ella le proporciona un placer inusitado, a pesar de que sus nalgas arden cuando
él se las agarra. Pero él sale de ella justo cuando se acercaba al orgasmo.
Siente el glande presionando
sobre su ano.
-¡Espera! ¡No
estoy preparada para eso!
La penetra de todas
formas, con la ayuda de los jugos de su coño. Hay un momento de dolor sordo,
luego sólo la indignidad de la polla que le va llenando el recto. Ricardo intenta
bombearla, pero hay demasiada fricción. Se retira y le da una palmada en el pompis.
-¡Lubrícate!
Se arrastra hasta
la mesilla de noche, saca la botella de lubricante del cajón y se aplica un
generoso pegote en el culo. Luego vuelve a su sitio y le ofrece el culo.
Ahora su polla se desliza
con facilidad, lo que le permite bombearle el culo con movimientos rápidos y
vigorosos. No le deja ninguna duda de que se trata de una follada de castigo,
acompañada de algún que otro azote en sus nalgas doloridas. Hay poco placer y
una creciente irritación en el ano. Pero Julia se siente bien. Sometida.
Aliviada. La está haciendo suya, y eso significa que no la dejará. Eso
es lo que más importa.
Cuando termina de
follarla, la hace desnudarse y la manda a la cocina a preparar la cena. El culo
le arde por fuera y por dentro por la paliza y la follada. Llora quedamente y tiembla
mientras deambula por la cocina. Pero se siente extrañamente en paz. No se esperaba
un castigo tan severo, pero la verdad es que se lo merecía. Enrique tenía
razón: ahora Ricardo la perdonará y las cosas volverán a la normalidad.
Ignorando sus súplicas,
Ricardo la hace sentarse a la mesa. Mientras ella se retuerce, buscando una
postura cómoda, él le plantea presenta sus perspectivas:
-Estarás confinada
en casa una buena temporada, así te vuelves a casa directamente desde trabajo
todos los días. Y los fines de semana de semana te quiero conmigo, donde pueda
verte.
-¡Por favor,
Ricardo! ¿No me has castigado ya bastante?
-No se trata de
castigarte, sino de que no puedo fiarme de ti. Sé que me engañarás a la primera
oportunidad que se te presente, y no pienso permitirlo. Ya sé que yo tengo
parte de la culpa. No te he prestado la debida atención. No me di cuenta de
cuánto necesitas el sexo, de cuánto necesitas tus perversiones.
-Intenté decírtelo,
pero te reíste. Dijiste que no necesitábamos meter esas perversiones en nuestro
dormitorio.
-No lo entendía,
pero ahora sí. Cuando te estaba azotando, sentí que eras mía como nunca antes
lo había sentido. Y ahora quiero más. Quiero que tus deseos sean míos y de
nadie más.
-Pues sigues sin
entenderlo. Eso es posesividad, no kink.
-¡Me da igual, esa
va a ser mi perversión a partir de ahora! ¿O acaso yo no tengo derecho a mis
perversiones? Si te gusta, bien, y si no, lo aceptarás porque estás en deuda
conmigo. Tal y como te entregaste a otros, ahora te vas a entregar a mí. Si no,
vamos a tener problemas. Espero que ya te habrás dado cuenta de que voy en
serio.
-Sí, Ricardo -le dice
dócilmente.
-¡Muy bien! Esto
es lo que vas a hacer a partir de ahora. Vuelves a casa directamente del
trabajo y te desnudas nada más llegar. Lo único que necesita llevar puesto es tu
anillo de bodas. Limpias la casa y preparas la cena. Te follaré todas las
noches, como a mí me apetezca, y no pienso tolerar ninguna excusa ni ninguna queja.
Y, por supuesto, si no estoy satisfecho con tu comportamiento, te castigaré de
la forma que considere necesaria. ¿Comprendido?
Ella asiente y rompe
a llorar otra vez. Está demasiado cansada y dolorida para protestar. Además,
Ricardo todavía parece cabreado.
Aún queda mucho de
qué hablar. Pero tal vez no esa noche.
A menudo ha
fantaseado con un hombre dominante que la haría entregarse y la controlaría
completamente. Y ahora lo ha encontrado en el lugar más inesperado. Aun así, no
está segura de poder aceptar sus condiciones.
Inmersa en estos
pensamientos, Julia limpia la cocina. Ricardo ve una película en la tele. No la
ha invitado a sentarse con él.
De todos modos, no es que le apetezca mucho sentarse.
Julia se va a la
cama. Se acuesta boca abajo y llora hasta quedarse dormida.
NOTA:
Esta historia está pensada para ser turbadora e invitar a pensar. Considera si
cada uno de los personajes actúa de forma ética. Por supuesto, Julia hizo mal
al engañar a su marido, pero ella estaba convencida de que esa era su única
forma de experimentar el BDSM. Por su parte, Ricardo usa el BDSM como una
excusa para su posesividad y no tiene en cuenta las necesidades de Julia.
Enrique se centra en el morbo que le produce que Julia sea castigada. Es
egocéntrico y no la apoya lo suficiente.
La historia plantea las siguientes preguntas:
1. ¿Hay sitio en el BDSM para un castigo real por
una infracción real?
2. ¿Cómo afecta al consentimiento el hecho de que
sea un castigo real?
3. ¿Está Ricardo coaccionando a Julia para que
acepte su castigo con la amenaza del divorcio? ¿Es eso consensual?
4. ¿Debería haber informado Ricardo a Julia de la
severidad del castigo que pretende infligirle? ¿Da Julio un consentimiento
informado?
5. ¿Es una buena idea hacer una escena BDSM cuando
estás enfadado?
6. ¿Terminó el consentimiento de Julia cuando se
levantó de la cama y dijo "tenemos que hablar"?
7. ¿Le está dando Enrique un buen consejo a Julia
cuando le dice que debe aceptar su castigo?
8. ¿Es razonable que Ricardo quiera confinar a
Julia porque ya no confía en ella?
9. Al aceptar las nuevas restricciones a su
comportamiento, ¿está Julia siendo presa de la manipulación emocional o
simplemente está cumpliendo su deseo de ser dominada?