domingo, 14 de junio de 2020

Para volverte loca (pasaje) - Disciplina doméstica


Martes 20 de mayo, 1980

Se despertó llena de aprensión por su nueva sesión con el doctor Lancet. Después de lo que le había dicho, le daba asco pensar que la iba a volver a follar. Cuando entró en la sala de terapia se hizo la remolona para quitarse la ropa, luego para sentarse en el sillón. El doctor esperó pacientemente. La ató con las correas al sillón y a los estribos, pero no puso ningún vídeo.

Procedió a masturbarla con el vibrador y a quitárselo cuando estaba a punto de llegar al orgasmo. Así la tuvo durante las dos horas que duró la de sesión, casi el doble de lo habitual.

-Hemos terminado -dijo el doctor al final, y se puso a desatarla.

Esta vez no se marchó enseguida, sino que la apremió a vestirse y la echó del cuarto.

Excitada y frustrada, Cecilia corrió a masturbarse al dormitorio, pero por el camino sonaron las campanadas del Ángelus. Se planteó faltar, pero luego se lo pensó mejor. La Leona estaba siempre atenta a ver si acudía a las oraciones. Tendría problemas si no lo hacía. Luego Lucía se puso a hablar con ella hasta la hora del almuerzo. Cuando por fin encontró un rato para masturbarse ya se le había pasado la excitación.

Claramente, el plan del doctor era hacer crecer su deseo hasta que le suplicara que la follase. No le iba a dar ese gusto.

* * *

Miércoles 21 de mayo, 1980

Fue más tranquila a la terapia, esperando otra sesión de orgasmos denegados. Como de costumbre, el doctor la ató con las piernas abiertas en los estribos. Luego, para su sorpresa, le introdujo en la vagina una especie de huevo negro unido a un cable. El doctor hizo algo y el huevo se puso a vibrar dentro de ella. Puso un vídeo y desapareció entre las sombras.

-¿Volvemos a los vídeos? ¿Ya no tiene miedo de que me aficione a la pornografía?

-Éste es un vídeo muy especial, Cecilia. Lo traje de Estados Unidos. Míralo, creo que te gustará.

Efectivamente, estaba en inglés. Mostraba una pareja americana joven pero chapada a la antigua: él con traje y corbata, ella con un vestido verde oscuro que le llegaba hasta los tobillos. Ella le había preparado la cena, pero había un pequeño problema: el pollo que había metido al horno se le había quemado. Con una sonrisa, el marido le dijo que la tendría que castigar. Ella bajó la mirada y no dijo nada.

La vibración del huevo no era tan fuerte como la de la Magic Wand. No la iba a llevar al orgasmo, pero sí que la estaba excitando. Encima, este vídeo estaba resultando mucho más interesante que los que había visto hasta entonces. El marido llevó a su mujer a un sillón de respaldo alto. Sentado en él, le fue dando escuetas instrucciones sobre lo que tenía que hacer. Se veía que ella ya conocía el ritual: quitarse las bragas, ponerse a horcajadas sobre su muslo izquierdo, y apoyar las manos en el respaldo del sillón. Él le levantó el vestido hasta la cintura, exponiendo a la cámara unas nalgas ovaladas, muy blancas. Luego empezó un vigoroso spanking, que la esposa enseguida acusó con grititos y expresiones de dolor.

Esa había sido siempre una de sus fantasías favoritas. ¿Cómo lo había adivinado el doctor? Se veía que no había escogido el vídeo por casualidad. Intentó no hacer caso, desviar la mirada. Pero eso pondría sobre aviso al doctor de que le gustaba. Lo sentía espiarla desde la oscuridad. Cerró los ojos, pero el sonido de los azotes la persiguió, despertando imágenes en su mente aún más excitantes que las del vídeo. ¡Ay, cómo deseaba recibir una azotaina así! Con la mano, en vez de las feroces palizas que le había dado la Leona con la correa. Su vagina se contraía involuntariamente en torno al consolador.

El marido le reñía ahora a su esposa, mientras continuaba castigando su trasero de forma metódica. Le hacía preguntas que ella contestaba al principio con voz normal, luego crecientemente alarmada por la picazón de los cachetes. Las nalgas habían pasado del blanco a un precioso color sonrosado. Habían tenido que azotar a la actriz de verdad para hacer ese vídeo.

No aguantaba más. Y tampoco era cuestión de tener que correr a esconderse para masturbarse cuando acabara la sesión. Se puso a contraer la vagina sobre el consolador hasta que se corrió.

El vídeo terminaba con la esposa colocándose de cara a la pared, con el culo al aire y las manos detrás del cuello. Eso siempre había sido una parte esencial de su fantasía.

-El vídeo muestra la sumisión de la mujer a su marido de la que te hablé -le dijo el doctor mientras le desataba los brazos-. Has reaccionado mejor de lo que esperaba, Cecilia.

-Pero… no lo entiendo… ¿No es el sadomasoquismo una perversión, como la homosexualidad?

-Esto no es sadomasoquismo. Es un spanking que un marido le da a su esposa para castigarla. Domestic discipline, my dear! 

Se quedó pensando lo que decir a continuación, mientras dejaba que le doctor le soltara las piernas.

-Pero… ¿qué pretende hacer enseñándome ese vídeo? ¿Que me exciten los spankings?

-¡Oh, pero si ya te excitan, my dear Cecilia! Quizás tú no te des cuenta, pero yo sí. But don’t worry, es la reacción normal de la mujer ante la autoridad del hombre.

-Entonces, si el spanking me excita, ¿cómo puede ser un castigo?

-Ah, that’s an excellent question! Pero tú ya sabes la respuesta. El placer también puede ser un castigo. Demostré eso en nuestra primera sesión, didn’t I? Pero lo más importante es que el placer, como el dolor, es capaz de anular la voluntad. La penetración y el orgasmo son instrumentos de sumisión. Y en el spanking se mezclan la excitación sexual con el dolor y la humillación. ¿Qué mejor manera para someter a la esposa?

-Supongo que eso me lo irá demostrando en las siguientes sesiones. Can’t wait!




1 comentario:

  1. En esta escena le doy la vuelta a las cosas. En todas mis novelas (ésta es la quinta) presento el BDSM de forma muy positiva. Aquí, uso al despreciable doctor Lancet para presentar uno de los lados oscuros del BDSM o, mejor dicho, su versión misógina en ambientes conservadores. Me refiero a la "disciplina doméstica cristiana" y otras versiones de disciplina doméstica que están basadas en la supuesta autoridad natural del hombre sobre la mujer. Esto no se refiere, ni mucho menos, a las versiones normales de disciplina doméstica. Éstas son unas prácticas de BDSM en las que se establece una relación consensuada dentro de una pareja en la que uno de los miembros impone disciplina al otro. Normalmente, el disciplinario suele ser el hombre y la disciplinada la mujer, pero también puede ser al revés, o darse una relación de disciplina doméstica en parejas del mismo sexo. Incluso hay relaciones de disciplina doméstica en las se turnan los papeles. Lo importante es que el papel de disciplinario consiste en un acuerdo de la pareja basado en sus preferencias eróticas. Por el contrario, la disciplina doméstica conservadora se basa en la creencia de que el hombre tiene una autoridad fundamental sobre la mujer, bien porque es "ley natural", bien porque así lo ordena la Biblia.

    Espero escribir más sobre disciplina doméstica en el futuro próximo. Por ahora, espero que disfrutéis del predicamento de Cecilia, quien no sólo tiene que permitir que la folle el doctor Lancet sino que ahora se verá obligada a compartir con él sus perversiones favoritas.

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