"El primer principio es que no debes engañarte a ti mismo, y que tú eres la persona más fácil de engañar."
Richard P. Feynman
Todos tenemos una series de valores éticos fundamentales a partir de los cuales empezamos a construir todo los demás. Para los científicos como Richard Feynman, la búsqueda honesta de la verdad es esencial. Tiene su lógica, porque si no apreciamos la verdad, ¿cómo podemos estar seguros de todo lo demás? El científico lo pone todo al servicio de la búsqueda de la verdad, pero no se conforma con la verdad que ha encontrado, sino que duda de ella y sigue buscando. Porque, como dice la cita, no hay nada más fácil que engañarnos. La aplicación sistemática de este principio, el pulir constantemente nuestros instrumentos de conocimiento, ha producido lo más valioso de toda la historia de la humanidad: ese cuerpo de conocimientos que llamamos ciencia.
El no autoengañarse, el aceptar la verdad aunque no nos guste, también puede tomarse como un principio para guiar nuestras vidas. Vivir con los ojos abiertos, intentar ver las cosas como son, ¿no es esa una manera de vivir que vale la pena? El Budismo abraza ese principio: es una religión basada en curar el sufrimiento, y según ella la raíz del sufrimiento es la ignorancia. Por lo tanto, hay que esforzarse en descubrir la verdad, una verdad interior que saldrá a la luz a base de meditación, de examinar cuidadosamente cómo vivimos nuestras vidas.
Sin embargo, otras religiones se basan en el principio contrario: el aceptar sin cuestionar una serie dogmas de fe. ¿Cómo puede esto ser ético? ¿Cómo puede justificase el creer algo sin evidencia que lo respalde? Tener fe se considera algo bueno, cuando en realidad es completamente inmoral. Si la búsqueda de la verdad es un saludable principio por el que regir nuestras vidas, no puede haber disculpa alguna para aceptar algo como verdadero simplemente porque otras personas nos dicen que lo es, sin aportar prueba alguna.
Richard P. Feynman
Todos tenemos una series de valores éticos fundamentales a partir de los cuales empezamos a construir todo los demás. Para los científicos como Richard Feynman, la búsqueda honesta de la verdad es esencial. Tiene su lógica, porque si no apreciamos la verdad, ¿cómo podemos estar seguros de todo lo demás? El científico lo pone todo al servicio de la búsqueda de la verdad, pero no se conforma con la verdad que ha encontrado, sino que duda de ella y sigue buscando. Porque, como dice la cita, no hay nada más fácil que engañarnos. La aplicación sistemática de este principio, el pulir constantemente nuestros instrumentos de conocimiento, ha producido lo más valioso de toda la historia de la humanidad: ese cuerpo de conocimientos que llamamos ciencia.
El no autoengañarse, el aceptar la verdad aunque no nos guste, también puede tomarse como un principio para guiar nuestras vidas. Vivir con los ojos abiertos, intentar ver las cosas como son, ¿no es esa una manera de vivir que vale la pena? El Budismo abraza ese principio: es una religión basada en curar el sufrimiento, y según ella la raíz del sufrimiento es la ignorancia. Por lo tanto, hay que esforzarse en descubrir la verdad, una verdad interior que saldrá a la luz a base de meditación, de examinar cuidadosamente cómo vivimos nuestras vidas.
Sin embargo, otras religiones se basan en el principio contrario: el aceptar sin cuestionar una serie dogmas de fe. ¿Cómo puede esto ser ético? ¿Cómo puede justificase el creer algo sin evidencia que lo respalde? Tener fe se considera algo bueno, cuando en realidad es completamente inmoral. Si la búsqueda de la verdad es un saludable principio por el que regir nuestras vidas, no puede haber disculpa alguna para aceptar algo como verdadero simplemente porque otras personas nos dicen que lo es, sin aportar prueba alguna.
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