martes, 15 de octubre de 2019

Cuatro intentos de matar a un niño

El grillete electrónico de Fernando
Lo que voy a contar a continuación es una historia real, aunque pueda pareceros aún más ficticia que las desventuras de Cecilia en mi última novela.

A mediados de junio, mi esposa y yo acogimos en nuestra casa de Los Ángeles a Fernando, un refugiado de Honduras de 18 años que cruzó la frontera de Estados Unidos y pasó varios meses detenido, primero en un centro de menores. Luego, el día en que cumplió los 18 años, lo internaron en Adelanto, un centro de detención de inmigrantes en el desierto de California. Allí pasó cinco meses en condiciones inhumanas. Mi mujer, escribiendo con el pseudónimo de Lilith Blackwell, está publicando una serie de artículos en inglés en la revista de internet Medium sobre esta experiencia.  Se titulan “The Alien in my Guest Room” (“El extranjero en mi cuarto de huéspedes”). Ya lleva escritos 22. Yo escribí el artículo número 14, que es el que trascribo aquí al español.

Desde que acogimos a Fernando he tenido varias conversaciones con él en las que me fue contando retazos de la historia de su vida, que he condensado aquí.

El primer recuerdo de Fernando, cuando tenía sólo tres años, es el de su padre intentando matarlo con un machete. El día antes había intentado matar a su madre. Llenó un jeringuilla de insecticida e intentó inyectárselo, pero ella consiguió quitárselo de encima y corrió a refugiarse en casa de sus padres. Él apareció al día siguiente, sobrio y más calmado, para pedirle que volviera a casa con sus hijos. Ella se negó a hacerlo. Y esa es la primera memoria de Fernando: estaba debajo de un árbol de mangos, con un machete al cuello, mientras su padre le gritaba a su madre que prefería ver a su hijo muerto que verse separado de él. Menos mal que en ese momento aparecieron sus tíos, hermanos de su madre, quienes le dijeron a su padre que si algo le pasaba al niño él no saldría vivo de esa casa. Él optó por marcharse.

La segunda vez que el padre de Fernando intentó matarlo fue parecida a la primera, tanto que los dos sucesos se mezclan en sus primeros recuerdos. Tenía seis años. Su padre había estado bebiendo con unos amigos, quienes le dijeron que su mujer se veía con otro hombre. Enfurecido, su padre volvió a ir a la casa de sus suegros y volvió a ponerle un machete a Fernando en la garganta. Exigió que ella y sus hijos volvieran con él. Horrorizados, los amigos que habían venido con él lograron convencerlo de que dejara a sus hijos en paz.

Poco después, el padre de Fernando consiguió cruzar la frontera con Estados Unidos, donde residió siete años. Fue desde Los Ángeles a Baltimore, en el estado de Maryland de la costa este de Estados Unidos, donde trabajó reparando tejados. Estaba continuamente en fuga de los agentes de inmigración. Hubo en un momento en que lo pillaron y le pusieron un grillete electrónico como el que lleva ahora Fernando.  Sin embargo, su padre cortó el grillete, se cambió el nombre y se fue a vivir a otro sitio. Estuvo viviendo con una mujer a quien le daba ayuda económica. Imprudentemente, le dio su tarjeta del cajero. Ella le vació la cuenta y lo echó de casa. Sin un duro, al final lo pillaron y lo deportaron a Honduras. O, al menos, esa fue la historia que les contó a sus familiares y amigos.

Mientras su padre estaba en Estados Unidos, la madre de Fernando empezó a salir con otro hombre y eventualmente se fue a vivir con él. Pudo llevarse con ella a su hija Marisa, la hermana pequeña de Fernando. Sin embargo, él, que tenía entonces once años, se tuvo que quedar cuidando la huerta de café de la familia. La casa en la que vivía tenía el suelo de tierra y tejado de lona, sin electricidad ni agua corriente. Se alimentaba de arroz y frijoles, y de algún pez que pescaba en el río. Con sus amigos, usaba un tirachinas para cazar ardillas, zarigüeyas y mofetas para complementar su dieta con algo de carne. Colgando precariamente de cuerdas de cáñamo, recogía miel de las colmenas que había en unos acantilados cercanos. En la huerta cultivaba plátanos, maíz y hortalizas. Y, por supuesto, café, que él mismo recolectaba y vendía. Aunque sólo fue un año al colegio, se las arreglaba para llevar la contabilidad con la ayuda de una calculadora de bolsillo.

La tercera vez que su padre intentó matarlo, Fernando tenía catorce años. Su padre acababa de volver de Estados Unidos. Como parte de un negocio de venta de drogas, alguien le había dado una flamante camioneta Toyota. Se fue en ella a una fiesta en el pueblo de al lado y empezó a emborracharse. Dos de sus parientes empezaron a pelearse por una mujer, y en la refriega uno empujó al otro contra la camioneta, rompiendo una ventanilla. Cuando su padre lo descubrió, le echó la culpa a Fernando. El chaval le explicó lo que había pasado, cómo habían roto la ventanilla en una pelea, pero su padre entonces lo acusó de no haber sabido proteger su vehículo. Sacó la pistola y la cargó. Fernando tuvo el tiempo justo de agazaparse tras la camioneta antes de que empezaran los disparos. Borracho, su padre se lio a tiros con el coche hasta que se le acabaron las balas, destrozando las yantas y las ventanas que quedaban. Fernando tuvo la suficiente calma para contar los disparos. Cuando supo que la pistola estaba vacía, se enfrentó a su padre, diciéndole que era un idiota por haber destrozado su preciado coche. El padre intentó recargar la pistola, pero estaba tan borracho que no conseguía introducir las balas. Al final, sacó el cuchillo. Fernando salió corriendo.

Al oírlo contar esto, mi esposa y yo no nos acabábamos de creer que su padre hubiera sido realmente capaz de matarlo. Seguramente no habían sido más que bravuconadas, le dijimos a Fernando. Con cierta reluctancia, él nos dijo que su padre era en realidad un tipo siniestro que había matado a varias personas. Un día que fue a visitar a sus suegros notaron que llevaba la camisa manchada de sangre. Mientras que los otros lo distraían, unos de los tíos de Fernando salió sigilosamente de la casa y fue a mirar dentro de su coche. En el maletero encontró un saco sanguinolento con restos humanos. Unos días más tarde encontraron dos cadáveres en la orilla del río. Los buitres habían empezado a comérselos, pero pudieron apreciar que uno tenía cortes de cuchillo en un brazo, como si lo hubieran torturado. Claro que no hay forma de saber si eran víctimas de su padre o de la “Mara Salvatrucha”, una poderosa organización criminal basada en El Salvador que también opera en Honduras. Fernando cree que su padre mataba gente cuando salían mal las ventas de droga. Traficaba sobre todo marihuana, pero probablemente también cocaína y heroína. Fernando lo vio a menudo consumiendo las tres drogas, y todo el mundo podía ver las cicatrices que los pinchazos le habían dejado en el brazo.

La cuarta vez que su padre intentó matarlo, Fernando tenía 17 años y ya era lo suficientemente mayor como para ofrecer resistencia. Según Fernando, ese día su padre estaba colgado con marihuana, cocaína y heroína. Fernando estaba trabajando en su huerto, esparciendo las resbaladizas cáscaras del café sobre los campos como fertilizante. Su padre vino a acusarlo de que lo habían timado en la venta de unos plátanos.

-Mira cómo vienes -le replicó Fernando-. Estás drogado. ¿Ese es el ejemplo que le das a tu hijo?

-¡Soy  tu padre! ¡Me debes un respeto! -dijo su padre. Y cogió un palo y le pegó con él en el vientre.

Pero esta vez Fernando no se iba a dejar avasallar. Le quitó el palo y lo tiró. Luego agarró a su padre por la camisa  y le dijo a la cara:

-¿Cómo voy a tratarte con respeto cuando estás siempre borracho? ¿Cómo puedo estar orgulloso de mi padre cuando veo las cicatrices que llevas en el brazo? ¡Me das vergüenza!

Su padre le dio un puñetazo. Cuando Fernando retrocedió, lo golpeó en la espalda varias veces. Entonces sacó el cuchillo. Fernando, quien conocía su reputación como luchador con cuchillo, se dio a la fuga, patinando sobre las cáscaras de café como hacía jugando cuando niño. Su padre no tenía esa destreza y encima estaba borracho, así que se cayó encima del abono, poniéndose perdido.

Por desgracia, la historia tuvo un final trágico. Un día que Fernando estaba ausente, los parientes de su padre le prendieron fuego a su casa pensando que así quemarían el certificado de propiedad de la granja y podrían hacerse con ella. Por desgracia, una tía de Fernando estaba pasando la noche en su casa con su hijo. Él niño logró saltar por la ventana, rompiéndose un brazo que nunca se curó del todo. Su tía murió en el hospital como resultado de las quemaduras.

Esa fue la gota que colmó el vaso. Sabiendo que su vida estaba realmente en peligro, unos meses después Fernando empezó su larga peregrinación a Estados Unidos, atravesando Guatemala y Méjico. Cinco meses más tarde cruzó la frontera.

sábado, 14 de septiembre de 2019

Para volverte loca 49 - La lavandería

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Domingo 20 de abril, 1980

Al día siguiente, poco después de comer, Javier la fue a buscar a la biblioteca.

-He traído los condones -le soltó sin preámbulos-. ¿Has escrito la carta?

-Sí, aquí está -le respondió, dándole la pequeña hoja de block doblada en cuatro.

Javier se la metió en el bolsillo sin desdoblarla.

-He escrito la dirección al final. La tendrás que meter en un sobre y ponerle un sello.

-¿Qué te crees, que soy subnormal? ¡Anda, vamos!

-¿Ahora? Creí que íbamos a esperar a la noche, como el otro día.

-No, hoy no tengo guardia.

-¿Y no se la puedes hacer a alguien?

-¡No digas tonterías! ¿A cuento de qué le voy a hacer yo una guardia a nadie? Aquí nadie te devuelve los favores. Sería de lo más sospechoso.

-Pero es que de día es muy arriesgado. He oído que la gente de la cocina baja al sótano todo el rato.

-No vamos a hacerlo en el sótano. Conozco un sitio mucho más seguro. ¡Ven!

Al salir de la biblioteca vio a la Leona pasillo abajo. Le pareció que los había visto, pero luego siguió su camino. Eso le dio mala espina.

-No sé, Javier, quizás sea mejor dejarlo para otro día.

-¿Ahora te me vas a rajar? ¡No, si ya sabía yo…! -se sacó la carta del bolsillo y la agitó frente a ella-. Mira, Cecilia, lo hacemos ahora y esta misma tarde pongo esta carta en el buzón. ¿No tenías tanta prisa en mandarla? Si no, hasta que lo hagamos no la mando.

Era un argumento de peso, desde luego. Postergarlo podía significar pasar varios días más en ese sitio.

-Bueno, vale.

Javier abrió una puerta que daba al pasillo y la metió en una escalera de servicio. Llegaron a la planta baja y siguieron bajando.

-¿Otro sótano?

Él no le contestó. La guio por un pasillo de paredes blancas y tubos de neón. Al final había una puerta doble de cristal esmerilado. Javier descolgó un gran manojo de llaves de su cinturón, seleccionó una llave y abrió la puerta. Al otro lado estaba la lavandería del sanatorio: varias filas de lavadoras enormes y otras máquinas que debían servir para secar la ropa. Había grandes sacos blancos de ropa en estanterías a lo largo de las paredes. Javier volvió a cerrar la puerta con llave.

-¿Aquí no viene nadie? ¿Estás seguro?

-No hacen la colada hasta por la tarde. No te preocupes. Venga, desnúdate.

Cecilia empezó a desabrocharse los botones de la chaqueta de su uniforme. Impaciente, Javier le deshizo el nudo de la cuerda de la cintura de sus pantalones y se los bajó. Antes de que ella lograra quitarse la chaqueta ya le había bajado las bragas.

-¡Qué prisas! Déjame que te ponga yo el condón, que tengo una forma muy divertida de hacerlo. Ya verás.

En Angelique había aprendido que algunos clientes te enseñan el condón y luego no se lo ponen. Algunos incluso se lo quitaban en el último momento. Tenía que tener cuidado.

Javier dudó un momento pero acabó por darle el condón. Cecilia se lo agradeció con una sonrisa traviesa, se arrodilló frente a él y le extrajo su polla, gruesa y morcillona, de los pantalones. Enseguida se puso a chuparla. Cuando la tuvo bien tiesa le colocó el condón sobre el glande, se lo volvió a meter en la boca y fue desenrollando el condón sobre su verga con los labios, con sólo alguna ayuda ocasional de sus dedos.

-¿Qué, te ha gustado? -dijo con otra sonrisa.

Por toda respuesta, Javier la cogió por codo, la puso en pie de un tirón, la hizo darse la vuelta y la empotró en una de las estanterías con bolsas de ropa.

-¿Quieres hacerlo así, por detrás?

-¡Pues claro que quiero follarte por detrás, zorra! Así te veo el culo mientras te doy un buen meneo.

A Cecilia apenas le dio tiempo de echar mano de su polla para comprobar que aún tenía puesto el condón antes de sentirse penetrada sin contemplaciones. La primera embestida le hundió la cara en un saco de ropa que olía a detergente. Ese trato brutal la excitaba un montón. Decidió relajarse y disfrutar, dispuesta a que esa vez no se le escapara el orgasmo.

Javier la inmovilizó poniéndole una mano sobre el sacro, y la folló con un ritmo vigoroso pero irregular, al que era difícil acoplarse. Cecilia se concentró en contraer la vagina para extraer el máximo placer de sus acometidas.

Estaba al borde del orgasmo cuando Javier salió de improviso de ella.

-¿Qué pasa? -dijo con voz somnolienta de placer, incorporándose lentamente.

Apenas le dio tiempo de ver a Javier corriendo hacia la puerta, sosteniéndose precariamente los pantalones con una mano. La Leona le bloqueaba el paso en la puerta, pero Javier la apartó de un empujón y siguió corriendo pasillo abajo.

Cecilia se inclinó para subirse los pantalones y las bragas, pero antes de que pudiera hacerlo la Leona se le había echado encima. La cogió por el brazo y la sacudió. 

-¡Ah, no! ¡Tú te quedas así, con el culo al aire, por cochina! -le gritó, propinándole dos sonoros cachetes en el culo, como si fuera una niña.

Eso le gustó, no lo pudo evitar. Todo había pasado tan rápido que seguía al filo del orgasmo. Sabía que estaba en peligro, pero su cerebro se negaba a reaccionar.

-Vale, castígame… Pégame, hazme lo que quieras pero, por favor, no le digas nada al doctor. Ya sabes lo exagerado que es para estas cosas.

-¡Cómo no le voy a decir nada al doctor, cuando esto confirma su diagnóstico! ¡Eres una ninfómana, Cecilia, una adicta al sexo! Me has decepcionado. Pensé que eras una chica lista, que seguirías tu tratamiento para salir de aquí cuanto antes.

-¡No Leona, yo no soy adicta al sexo ni a nada! Hice esto porque decidí hacerlo, porque yo soy dueña de mi cuerpo y ni tú ni nadie tiene derecho a decirme lo que hago con él.

-¿Ah, sí? Pues ahora mismo se lo dices al doctor, a ver lo que opina.

Decirle eso había sido un error. Su única esperanza era convencer a la Leona de que no dijera nada.

-Ya sabes lo que va a decir… ¡Me hará algo horrible, seguro! -dijo juntando las manos en plegaria-. ¡Por favor, Leona, te lo suplico, no le digas nada! Vale, he hecho mal, lo reconozco, pero vamos a arreglar esto entre tú y yo. Déjame que te lo explique… Yo lo único que quiero es salir de aquí y volver a casa con mi marido.

-¿Sí? ¿Tanto quieres a tu marido que le pones los cuernos con el primer enfermero que se te pone a tiro?

-Yo no le pongo los cuernos a Julio. Cuando lo vea se lo diré, y él comprenderá perfectamente por qué lo hice. Si quieres te doy su número de teléfono y tú misma se lo dices.

-¿Sí? Pues yo estoy empezando a pensar que ese marido tuyo no es más que otra de tus fantasías. He visto tu ficha y dice claramente que eres soltera. ¡Venga, ya estoy harta de oír tonterías! Súbete la ropa, que vamos a ver al doctor inmediatamente. Él decidirá qué se tiene que hacer contigo.

-¡No, Leona, por favor, te lo suplico!

Intentó zafarse de ella, pero la Leona la tenía bien agarrada. Le dio otro azote y, cuando vio que eso no la detenía, un violento bofetón.

No había nada que hacer. Cecilia se vistió y acompañó a la Leona mansamente al despacho del doctor Jarama.


sábado, 24 de agosto de 2019

Para volverte loca 47 - Un juego arriesgado en el sótano

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Javier la cogió en vilo para sacarla de la cama. Cecilia no opuso resistencia. Lo siguió pasillo abajo hasta las escaleras. Bajaron a la planta baja, cruzando el comedor y entraron en la cocina. Javier abrió una puerta lateral, descubriendo unas escaleras de hormigón con barandilla metálica que bajaban a un sótano. Pulsó un interruptor y se encendieron varias bombillas que colgaban desnudas del techo. Estaban en un recinto grande con gruesas columnas rectangulares de hormigón, donde se almacenaban muebles desvencijados y equipo electrónico del hospital en desuso.

-¿Ves? Aquí nos lo vamos a pasar los dos mucho mejor que tú sola en tu cama.

-Si tú lo dices…

-¡Venga! ¡Quiero echarle una buena mirada a ese culo!

Sin ningún tipo de miramientos, Javier le desabrochó los pantalones y las gruesas bragas de castidad y se lo bajó todo hasta los pies. Le dio la vuelta y se puso a manosearle el culo. La violencia y el peligro de la situación la excitaron enseguida. Pero no podía permitirse bajar la guardia. Se dio la vuelta justo a tiempo de ver cómo Javier se bajaba la delantera del pantalón para sacar su verga erecta.

-¡No pensarás follarme!

-¿Y por qué no? ¡Vamos a tener la fiesta completa!

-¿Tienes un condón?

-¿Un condón? -repitió él, sorprendido.

-¡Claro! ¿Qué te crees, que el doctor me deja tomar la píldora? Seguro que hoy estoy ovulando… ¿Por qué te crees que ando tan salida?

-¡No, si ya te veo! -dijo él agarrándola por la muñeca-. Pero no te preocupes, que soy perfectamente capaz de dejarte satisfecha.

Cecilia retrocedió un paso.

-¡No puede ser, Javier! ¿Qué te crees, que si me dejas preñada no van a saber quién ha sido? 

Eso lo detuvo.

-¡Venga, te hago una mamada! Ya verás lo bien que se me dan. Y mañana te traes unos condones y follamos como dios manda.

El ojo único de Javier la miraba desorbitado. Se había puesto a cien. No iba a querer esperar más, eso estaba claro. O aceptaba su oferta o la violaría de inmediato. El corazón le latía con fuerza. La posibilidad de que la dejara embarazada era muy real. No, no podía dejar que la follara, tendría que resistirse. Sacó los pies de los pantalones y las bragas para tener más movilidad y se preparó para hacer una de las llaves de kung-fu que le había enseñado el Chino.

-Bueno, vale… Pero quítate lo de arriba. Quiero tocarte las tetas mientras me la chupas.

Cecilia se liberó de su mano y se despojó rápidamente de la chaqueta del pijama y del sujetador. Luego, antes de que se le ocurriera arrepentirse, se arrodilló delante de él y se metió su polla en la boca.

Se propuso hacerlo gozar todo lo posible, para que necesitara repetir. Así que se empleó a fondo, con completa concentración, succionando, apretando los labios en torno al rígido tallo, acariciando con la punta de la lengua en frenillo y el glande. Javier le colocó las manos en las tetas y se las estrujó.

¿Conque las tengo pequeñas, eh? ¡Pues ahora bien que disfrutas de ellas!

Estaba super excitada, había pasado por un largo periodo de abstinencia sexual. Tenía la necesidad imperiosa de masturbarse mientras lo chupaba. Pero no podía permitirse el lujo de perseguir su propio placer.

Javier le soltó las tetas y hundió los dedos en su pelo, acariciándoselo, revolviéndoselo, luego agarrándoselo con las dos manos para inmovilizar su cabeza mientras que él se ponía a follar su boca con enérgicos empujones de sus caderas. Era un tratamiento indigno, que provocaba ruidos obscenos, atragantándola en las acometidas y haciéndola babear en las retiradas, pero ya se lo habían hecho muchas veces. De hecho, la excitaba sentirse usada y humillada. Abandonó todo intento de controlar la situación, de darle placer, dejando que él lo tomara de ella como más le apetecía. Sólo al final, cuando él le hundió la verga hasta la garganta y se tensó al borde del clímax, volvió a chuparlo y a acariciarlo con la lengua. Enseguida sintió pulsar su eyaculación dentro de su boca. Se tragó el semen como una buena chica, concentrándose en evitar que le dieran arcadas para que él pudiera disfrutar hasta el final.

Esperó a que fuera él quien le sacara la polla de la boca. Desde su postura arrodillada, miró hacia arriba.

-¿Qué, te ha gustado mi mamada?

-No ha estado mal… Ya veo que eres una auténtica guarra. Te encanta chupar pollas, ¿A que sí?

Julio a veces le decía lo mismo y le encantaba, pero el tono de desprecio con que lo dijo Javier la molestó.

-Lo hice por ti… Yo lo único que quería era masturbarme en la cama.

-Sí… ¡seguro!

Javier recorrió su cuerpo desnudo con una mirada de frío desinterés.

 -¡Vamos, vístete! Tengo que volver a mi puesto, no sea que pase algo.

Cecilia recogió su ropa del suelo y se la puso, conteniendo su indignación. Irene tenía razón: Javier no era más que un egoísta depreciable. Pero ella tenía que seguir adelante con su plan. Por suerte, cuando trabajaba como prostituta había aprendido a tratar con tipos así: era cuestión de no dejarse arrastrar por su mal rollo. Consiguió decirle con entusiasmo:

-Pues ya verás, follar conmigo es todavía mejor… Tráete los condones mañana y te lo demuestro.

-Mañana no trabajo. Salgo de guardia dentro de unas horas.

-Pues pasado mañana, entonces.

-¡Menuda zorra estás hecha! Te mueres de ganas de que te la meta, ¿a que sí? -dijo disponiéndose a subir por las escaleras.

Lo cogió de la mano para retenerlo.

-¡Y tú de metérmela, no me lo niegues! Y no tiene por qué ser sólo una vez, podemos hacerlo siempre que te toque guardia.  Pero te lo tienes que montar bien conmigo. Vamos a ser buenos amigos, ¿vale?

Javier se volvió a mirarla.

-¿Pero tú de qué vas, tía? Seguro que quieres algo a cambio… ¡No, si sois todas iguales!

Las cosas no estaban saliendo como había planeado. A estas alturas, Javier debería estar supercontento y deseando volver a tirársela a cualquier precio. En vez de eso, parecía que era él quien le había hecho un favor a ella. No era la situación ideal para empezar a poner condiciones. Sin embargo, si no lo hacía ahora perdería la oportunidad.

-Lo único que te pido es que le mandes una carta a mi marido. No sabe dónde estoy y estará muy preocupado.

-¿Y si no lo hago?

Cecilia lo miró a los ojos. Se acabaron las pretensiones.

-Un amigo de verdad nunca me negaría ese pequeño favor. ¿Quieres que seamos amigos, o no?

Javier la miró en silencio unos instantes.

-Escribe la carta. Pasado mañana me la das. Traeré los condones.

Sin decirle nada más, la llevó de vuelta al dormitorio. Para su gran chasco, Javier la volvió a atar a la cama.

-¡Eh! ¡Que yo no me he corrido! Por lo menos déjame una mano suelta, ¿no? -protestó.

-No. Así llegarás con más ganas a pasado mañana.

miércoles, 17 de abril de 2019

El programa electoral del PSOE incluye un ataque frontal al trabajo sexual y a la libertad sexual

Pensaba que al final no se atreverían, pero han ido incluso más lejos de lo que yo me temía. El programa del PSOE para las próximas elecciones apuesta por el “modelo sueco” de prohibición de la prostitución, a base de perseguir a los clientes. Vuelven a remachar en la vieja mentira de que la prostitución es lo mismo que “la trata”. Pero, claro, cuando se trafican mujeres (y hombres) para esclavizarlos en la industria hotelera o el servicio doméstico, a eso no se lo incluye en el programa electoral. Sólo hay “trata” cuando es por sexo.

Y, por si quedaba alguna duda de quienes son los nuevos puritanos, también arremete contra la pornografía. Para ello se amparan en la consabida “defensa del menor”, como si lo que le hiciera más daño a los niños es que aparezcan parejas follando en las pantallas del ordenador. Si gana el PSOE, nos podemos esperar un ataque a la libertad de expresión sexual en internet como el que está teniendo lugar en el Reino Unido o en los Estados Unidos.

Aquí tenéis el contenido literal del programa del PSOE en estos dos temas.

Abolir la prostitución y erradicar la trata de seres humanos con fines de
explotación sexual
6.16. Trabajaremos para abolir la prostitución y erradicar la trata de seres
humanos con fines de explotación sexual, favorecer la dignidad de las mujeres,
garantizar alternativas y terminar con las redes y las mafias que se lucran con la
esclavitud. Para ello, debemos proteger y asistir a las víctimas, cooperar con los
países de origen y concienciar a la ciudadanía de que es un comercio ilícito y una
forma de esclavitud.
Por ello,
- Continuaremos los trabajos que ya hemos iniciado en estos meses
conducentes a aprobar la ley integral contra la trata de seres humanos
con fines de explotación sexual y contra la prostitución. La prostitución,
de la que nos hemos declarado abolicionistas, es uno de los rostros más
crueles de la feminización de la pobreza, así como una de las peores formas
de violencia contra las mujeres.
- Esta futura ley Integral contra la trata de seres humanos con fines
de explotación sexual, contemplará mecanismos adecuados para la
prevención y persecución de la trata, evitará la publicidad de servicios
de contenido sexual y reforzará los servicios y programas de protección
social y recuperación integral de las personas que han sido explotadas, con
atención específica a menores.
- Aprobaremos en nuestra legislación medidas encaminadas a la abolición
de la prostitución:
• Introduciendo una figura jurídica que permita sancionar penalmente
a quienes contribuyeran o se beneficiaran de la prostitución ajena, lo que
contribuirá a desmantelar la industria de la prostitución.
• Sancionando la demanda y compra de prostitución.
- Impulsar en foros internacionales la persecución de la trata de personas
con fines de explotación sexual.

Pornografía
6.17. Perseguiremos la trata y explotación sexual, especialmente de menores
y los protegeremos de la creación, difusión y exposición de pornografía.
6.18. Impulsaremos una protección reforzada de los menores para evitar
el acceso a la pornografía, sujeta a las medidas más estrictas en línea con la
nueva normativa audiovisual del Parlamento Europeo.

Creo que una persona que defienda la filosofía sexo-positiva no puede votar a este programa. Yo desde luego, no lo haré, y eso que he votado en numerosas ocasiones al PSOE desde la Transición. Claro que, viviendo en el extranjero, lo de votar en España me resulta casi imposible. Ya no son sólo los obstáculos del “voto rogado”, es que ni siquiera he podido conseguir hora en el Consulado General de España de Los Ángeles para que me renueven el pasaporte español. Me he acostumbrado a viajar con mi pasaporte americano. Pero ese es otro tema…

Sólo cabe esperar que el PSOE no consiga sacar los suficientes votos en las elecciones para aprobar estas leyes puritanas y retrógradas. Si necesita del apoyo sustancial de Podemos por la izquierda o Ciudadanos por la derecha, tal vez le hagan desistir. Pero lo cierto es que el panorama político de España esto días es completamente desolador.

En contraste, esto es lo que dice el programa de Unidas Podemos:

136. Ley Integral contra la Trata de Personas. Las víctimas de trata serán consideradas como sujetos de derecho. La ley asegurará la coordinación de todas las Administraciones, prohibirá la deportación o el encierro de víctimas en los CIE y las eximirá de responsabilidad penal si están en situación administrativa irregular. La ley irá acompañada de planes de formación para empleados públicos y, gracias a ella, se crearán mecanismos de atención integral a las víctimas con un enfoque integrador, transcultural y de protección efectiva en el caso de denuncia y más allá del juicio.

Podemos no equipara a la trata con la prostitución, la gran mentira que continúa perpetuando el PSOE. Además, la propuesta de Unidas Podemos es de protección de las personas al 100%, mientras que la del PSOE es 100% represiva. Este punto del programa del PSOE es lo mismo que propugna el Partido Republicado de Trump en Estados Unidos. Incluso se diferencia en poco de la Ley de Vagos y Maleantes del franquismo.