domingo, 20 de noviembre de 2016

¿Qué significa la derrota de Hillary Clinton para el feminismo?

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¿Por qué la flecha del símbolo de Hillary Clinton
apunta hacia la derecha?


Debo empezar diciendo que la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos es un auténtico desastre para Estados Unidos y para el mundo. Al lado de la retórica racista y xenófobica de Trump, de lo que supone su gobierno para las causas progresistas, el hecho de que nos hayamos quedado sin elegir a una mujer a la posición más poderosa del mundo tiene una importancia relativamente menor. De todas formas, no deja de ser una pena, pues hubiera tenido un simbolismo innegable.

Ahora surgen muchas preguntas... ¿Tuvo la derrota de Hillary algo que ver con el hecho de ser mujer? Creo que la respuesta es claramente sí. Ahí están las encuestas que muestran un sesgo de los votantes según sexo: una mayoría de los hombres votaron por Trump, mientras que las mujeres votaron mayoritariamente a Hillary. Indudablemente, hay todavía mucha misoginia en la sociedad americana. Pero otro dato importante es que fue realmente la abstención de muchos progresistas, sobre todo en "swing states" como Pennsylvania, lo que hizo perder a Hillary, quien, tampoco hay que olvidarlo, recogió una mayoría de dos millones de votos a escala nacional.

Quienes seguimos con atención las elecciones vimos una cierta arrogancia en Hillary, un desprecio hacia los votantes más progresistas. Y eso viene de muy atrás, de cuando los progresistas le imploramos a Hillary que votara contra la guerra de Iraq y ella se negó. Luego, durante su campaña contra Bernie Sanders en las primarias, hubo muchas voces en su campo acusando a Bernie y a sus partidarios de misoginia. Una acusación completamente injusta porque los partidarios de Bernie somos mayoritariamente feministas. Él tuvo siempre un cuidado exquisito en sus debates con Hillary de no faltarle al respeto, y se puso de su lado cuando perdió las primarias. Encima, ahora sabemos que Hillary no jugó limpio en las primarias.

Yo voté a Bernie Sanders en las primarias y a Hillary en las generales, como supongo que hicieron la inmensa mayoría de los progresistas. Sin embargo, no me sentí lo suficientemente motivado para contribuir a su campaña con mi dinero o con mi esfuerzo, como hice con la de Bernie. Quién sabe, si Hillary hubiera sabido seducirnos, si hubiera captado nuestras preocupaciones en vez de acusarnos de misóginos, quizás el resultado hubiera sido distinto.

Así que la pregunta fundamental es: ¿qué papel jugó el feminismo en la victoria frustrada de Hillary Clinton? Esa es una pregunta mucho más difícil de contestar. Pero una cosa está clara: existe una reacción muy fuerte contra el feminismo en Estados Unidos y posiblemente en todos los países desarrollados. Es una reacción callada, pasiva-agresiva, que se manifiesta no tanto en lo que se hace como en lo que se deja de hacer. En mi modesta opinión, eso se debe a que el feminismo ha sido demasiado confrontacional. Ha restado en vez de sumar. Ha intentado cambiar la sociedad usando un lenguaje exagerado, dirigido a provocar la culpa y la vergüenza. Ha pedido a los hombres que cambien su conducta, pero se ha negado a escuchar sus voces. Y cuando se hace eso ya no se trata de un diálogo, sino de un sermón. Y a nadie le gusta que lo sermoneen y le vengan con exigencias.

En los duros años que se avecinan tendremos que enfrentarnos contra las fuerzas del racismo, la xenofobia y la misoginia que Trump ha sabido resucitar con nuevas fuerzas y nuevas estrategias. No podemos permitirnos más divisiones en el campo progresista. En particular, el feminismo tiene que hacerse autocrítica y adoptar nuevos métodos para atraerse el apoyo de los hombres... Y también de las muchas mujeres que ha empezado a perder. 

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