domingo, 11 de enero de 2015

El secuestro de Cecilia


Éste es otro fragmento de mi novela Desencadenada. Es el principio de uno de los segmentos más duros de la novela, en el que Cecilia se enfrenta a una situación sumamente peligrosa...

Nada más doblar la esquina, Vicente se adelantó un par de pasos y se detuvo delante de ella, mirándola.

-¡Desde luego, sí que estás buena! -le dijo con una sonrisa burlona.

Eso le extrañó, sus maneras, hasta entonces educadas aunque un tanto nerviosas, parecían haber cambiado súbitamente. Lo miró, sorprendida. Iba a decirle algo pero él la empujó contra la pared y la besó violentamente. Al principio se dejó hacer. Le gustaba que la besaran así y, a fin de cuentas, estaba allí para servir al cliente. Pero cuando el beso empezó a prolongarse intentó empujarlo para librarse de él. Él la apretó con aún más fuerza contra el muro. Giró la cara para librarse de su boca.

-¡Vale ya! Vamos al hotel… -empezó a decir.

Entonces los vio: dos tipos que habían aparecido de ninguna parte. Los reconoció enseguida: Luis y su repulsivo amigo Benito.

-¡Socorro! -gritó, al tiempo que intentaba zafarse con renovadas energías. Pero Vicente la sujetó con aún más firmeza, poniéndole la mano sobre la boca para ahogar su grito. Los otros dos se les echaron encima en un santiamén. Benito le agarró la muñeca, retorciéndole el brazo tras la espalda, haciéndole daño. A pesar de eso, se debatió. La obligaron a andar, apartándola de la pared. Se le torció un tobillo y se hubiera caído al suelo si no la hubieran sostenido. Perdió uno de los zapatos.

Un coche se detuvo en doble fila con un frenazo: un Dodge Dart negro. Luis abrió la puerta trasera. Benito tiró aún más de su brazo para forzarla a inclinarse hacia a delante, y la empujó dentro.

-¡Socorro! ¡Me secuestran! -volvió a gritar aprovechando que ya no le tapaban la boca.

Luis entró por la otra puerta trasera, atrapándola entre él y Benito. Le dio un bofetón.

-¡Cállate! -le dijo, y a los otros: -¡Venga, vámonos!

Tres puertas se cerraron en rápida sucesión. El coche aceleró.

Benito tiró de su brazo hacia arriba de su espalda, obligándola a doblarse hacia adelante. Notó un contacto metálico alrededor de la muñeca por la que la agarraba. La querían esposar. Enterró su brazo izquierdo en su vientre para que no pudiera cogerle esa muñeca. Luis empezó a tirar de él para sacárselo, y ella se dobló sobre sí misma con aún más fuerza para impedírselo. Benito aflojó la presión en su otro brazo y la empujó hacia atrás, permitiendo a Luis agarrarle la muñeca. Siguió forcejeando, resuelta a no dejarse poner las esposas.

-Ponle la mano en la espalda -le dijo Benito a Luis.

Cecilia dejó caer el zapato que le quedaba y clavó los pies en los asientos delanteros, presionando la espalda contra el respaldo con toda la fuerza de su cuerpo. Era la postura de escalar en chimenea, conocía bien su poder: aprovechaba la fuerza de todos los músculos de su cuerpo.

-No puedo -gruñó Luis-. Da igual, pónselas por delante. Total, va a ser mejor para lo que quiero hacerle.

Por más que lo intentó, no pudo luchar contra la fuerza combinada de los dos. No tardaron en juntarle las muñecas frente a ella y cerrar las esposas.

-¡Esto es un crimen! -les gritó a sus secuestradores. Luis la volvió a abofetear.

-¡Déjate de tonterías, Cecilia, o será peor! -le dijo.

Tuvo tiempo de reconocer al conductor: Pascual, el policía. Vicente iba junto a él en el asiento de delante. Luego algo negro le cayó sobre la cabeza, impidiéndole ver. Le habían colocado una capucha. Recordó el relato de Malena, como los pinochetistas la habían conducido así a la prisión donde había visto a su padre por última vez.

La capucha no la dejaba respirar. La empezó a invadir el pánico.

Tranquilízate, Cecilia, vas a necesitar todas tus fuerzas para hacer frente a esta situación. ¡Luis me tendrá preparado algo horrible, seguro! Pero no me va a matar… ¿Qué me hará? Darme esa paliza que me tenía prometida, seguro… de eso no me libro. Pero no se atreverá a dejarme marcas, serían pruebas contra él. ¿Y sus compinches? También querrán algo… ¡Me van a violar! ¡Dios mío, me van a violar! ¿Luis también? Es capaz, el muy cabrón, lleva toda la vida deseándolo. ¡Cuatro tíos… va a ser insoportable! ¡Me quedaré traumatizada para toda la vida, como le pasó a Malena!

Miedo. Estaba aterrorizada. Recordó lo que Lorenzo le había dicho una vez escalando: el miedo te pude llevar al pánico, o te puede servir para aumentar tu concentración.

Calma, calma. Yo no soy Malena, no soy una cría de dieciséis años. Estoy acostumbrada a que me follen. Vicente ya lo iba a hacer de todas formas… Eso es lo que tengo que hacer: imaginarme que son clientes. ¡Sí, clientes! ¡Unos fachas hijos de puta, eso es lo que son! ¡Ahora, que esto no quedará así! ¡Se van a enterar! ¡El Chino y Tony les darán su merecido! Voy a decírselo… ¡No, no! ¿Estás loca? Si los amenazas sólo vas a conseguir que te hagan más daño.

La rabia también era peligrosa, la haría menos inteligente. Y si había algo que le permitiría salir de esa situación era su inteligencia. Ella era más lista que Luis.

Mejor seguirles la corriente, esperar mi oportunidad. Si creen que me tienen, que ya no me resisto, igual puedo pillarlos desprevenidos.

La canción Rivers of Babylon sonaba sin cesar dentro de su cabeza. Muy apropiado, ahora soy yo a la que llevan cautiva.

El coche se detuvo. Oyó abrirse la puerta a su derecha. Sintió bajarse a Benito. Luis le quitó la capucha. Se habían detenido en mitad de una calle estrecha, desierta, en algún lugar del casco antiguo. Benito les esperaba en el portal del edificio más cercano, manteniendo abierta la puerta. Luis le agarró las manos esposadas y le apretó la capucha contra la boca para impedirle gritar.

-¡Sal! -le dijo al oído-. ¡Vamos, rápido!

Entre Luis y Vicente la hicieron cruzar la acera a la carrera. El portal se cerró tras de ella con un chirriar de bisagras y un chasquido siniestro del cerrojo.

Se metieron los cuatro en un ascensor antiguo, de esos de jaula, ella en medio, oculta por los cuerpos de los tres hombres. Pensó en gritar, pero Luis aún la amordazaba con la capucha. Le harían daño si lo intentaba.

La sacaron del ascensor. Benito abrió la puerta de un piso. Tenía un membrete, pero no pudo leerlo antes de verse empujada rudamente adentro.

Se encontró en un despacho lujosamente amueblado. Frente a la puerta, a la derecha, había un pesado escritorio de madera, atravesado en una esquina formada por dos estanterías llenas de libros. En las otras dos paredes colgaban fotos enmarcadas, algunas en blanco y negro, otras en color. Presidiendo en la parte más alta había un gran retrato de Franco, rodeado de fotos de políticos y militares que Cecilia reconoció sólo vagamente. Otras fotos mostraban hombres en uniforme, desfilando o marchando por el campo. Una puerta lateral, cerrada, debía conducir al resto del piso. En la esquina opuesta al escritorio había dos pequeños sillones flanqueando una mesa de café. Entre ellos, un estandarte inclinado dejaba caer medio desplegada la bandera de España, con su feo aguilucho negro.

Luis se cuadró frente a la bandera de un taconazo, extendiendo el brazo y la mano en el saludo fascista. Benito y Vicente lo imitaron de inmediato.

-¡Arriba España! -dijeron los tres al unísono, haciendo explotar la “p”.

Benito se quitó su pesada chaqueta de cuero y la arrojó sobre uno de los sillones.

-¡Va bene! ¿Cosa facciamo adesso? -dijo en italiano, frotándose las manos.

-Vosotros, nada; volveos al coche -dijo Luis-. Ya me encargo yo de darle a esta puta su merecido.

-¡Venga, Luis! -dijo Benito, mirándola con ojos chispeantes-. ¡Que nosotros también queremos divertirnos!

Se le acercó. La cogió de la barbilla para obligarla a mirarlo a la cara.

-¡Madonna, comme sei bella! ¡Una bella putana!

Cecilia se quedó rígida, paralizada. Resistió las ganas de protestar, de suplicar; intuía que mostrar miedo sólo serviría para excitar más a esos salvajes.

-¡Déjala! -dijo Luis, impávido-. Es mi hermana, yo sé cómo tratarla.

-Será tu hermana y todo lo que quieras, pero también es una puta. Si ya se la han tirado tantos tíos, ¿por qué íbamos a privarnos nosotros?

-Además, yo ya he pagado por eso -remachó Vicente.

-A partir de ahora va a dejar de ser puta, ya me encargaré yo de eso. Así ya no habrá más que discutir.

-Al menos déjanos ver cómo la castigas -insistió Benito.

-¡Ni hablar! -dijo Luis, desafiante-. Esto es un asunto de familia, y lo vamos a resolver ella y yo en privado.

-¡Porca miseria! -protestó Benito- ¡O sea, que hemos hecho todo este trabajo y al final no vamos a sacar tajada!

-Quedamos que esto era sólo asunto mío y que me ayudabais como amigos. Nadie dijo nada de sacar tajada.

Benito se acercó a Luis hasta colocar su cara a unos centímetros de la suya.

-¿Y qué te pensabas, que te íbamos a ayudar sólo por amor al arte? ¡Tú solo no vas a conseguir nada, Luis, precisamente porque es tu hermana y tú, en el fondo, eres un blandengue!

-No voy a ser nada blando con ella, no te preocupes -dijo Luis, sosteniéndole la mirada.

Vicente cogió a Benito por el codo y tiró de él hacia la puerta.

-Vámonos, Benito. Tiene razón: si fuera mi hermana yo también querría arreglar esto a solas con ella.

Benito no se movió, los pies plantados firmemente en el suelo, los ojos clavados en los de Luis.

-¡Tú no conoces a las mujeres, Luis! -masculló entre dientes-. Se echará a llorar, se quejará y suplicará y te dirá que va hacer lo que tú quieras. ¡Y luego hará lo que le da la gana, como todas! ¡Que las tías parecen muy blandas por fuera, pero en realidad son muy duras por dentro, joder!

-Muy bien -concedió Luis-, si no consigo hacerla entrar en razón os llamaré para que me echéis una mano.

Vicente volvió a tirar de Benito, esta vez con más firmeza. Benito lo siguió hasta la puerta con dos pasos furiosos. Se detuvo y volvió a mirarlos una vez más.

-Estaremos en La Vía Láctea, con Pascual. Ven a buscarnos cuando nos necesites.

Cerró la puerta tras ellos, dando un portazo.

jueves, 8 de enero de 2015

Cómo escribir una buena historia erótica - La trama

Toda historia consta de cuatro elementos fundamentales: trama, personajes, entorno y mensaje. A ellos se les podría añadir el estilo con que se escribe, que estaría condicionado por estos cuatro elementos. En este artículo voy a referirme sólo a la trama, con la esperanza de ir abordando los otros elementos en artículos sucesivos.

La trama es lo que pasa en la historia, la serie de eventos que llevan desde la situación inicial al apogeo y a su resolución al final. La clave de la toda trama es el conflicto, que mueve a la historia y crea suspense. Sin conflicto una historia carece de energía, se convierte en una cosa tras la otra sin dirección ni sentido. No hay emoción y el lector se aburre.

Uno de los errores más comunes en las historias eróticas es que falta conflicto. Esto es así porque el sexo es tan excitante que el escritor comete el error de pensar que el sexo de por sí puede sacar adelante la historia. Esto puede llegar a funcionar en una historia corta, pero cuando esto se intenta aplicar a una novela la convierte en una serie de escenas de sexo inconexas. Muchas novelas victorianas son así: sirven para masturbarse con cada escena erótica pero no valen nada como historia. Sin embargo, en la vida real el sexo y las relaciones amorosas están llenas de conflictos que si se introdujeran en una novela crearía una trama estupenda.

Sin embargo, crear conflicto no es nada fácil. Esto se debe en parte a que en la vida real nos hemos acostumbrado a desactivar todo conflicto para evitarnos problemas con la gente que nos rodea. En una historia, por el contrario, debemos aprovechar cualquier fuente de discordia para crearles problemas a los personajes. Como sucede tan a menudo en la vida real, debemos seguir el principio de que si algo puede salir mal, tiene que salir mal. Por supuesto, hacia la mitad de la historia deberemos buscar también formas de resolver los problemas que hemos creado para poder cerrar las tramas. O, si se trata de un drama, llevar a los problemas a su trágica conclusión final.

La mejor manera de crear conflicto es evocar nuestras emociones: ira, miedo, tristeza, deseo sexual… y ver qué imágenes nos evocan. También podemos empezar con un suceso de nuestra vida y darle más dramatismo. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado con escribir sucesos autobiográficos de manera literal, pues si hay otras personas implicadas se pueden ofender e incluso ponernos un pleito… Sí, aunque cambiemos los nombres. Es mejor convertir en ficticios hechos y personas reales introduciendo suficientes cambios para borrar toda conexión clara con la realidad.

El conflicto puede ser de varios tipos:

1. Los buenos luchando contra los malos” es el tipo más obvio de conflicto. En erótica nos encontraríamos con la típica historia de celos o con gente que reprime el amor o deseo sexual de los protagonistas.

2. Gente buena con intereses contrapuestos” es un tipo más sutil y menos moralista de conflicto. Los personajes no son ni mejores ni peores que el común de los mortales, pero persiguen fines que son mutuamente incompatibles, lo que los hace enfrentarse. En una historia erótica nos encontramos con el amor o el deseo no correspondido, o con un triángulo amoroso donde nadie es particularmente malvado. Este tipo de trama puede servir para hacer reflexionar al lector, enfrentarlo a opciones éticas nada claras.

3. Lucha contra un suceso externo” consiste en conflictos en los que el protagonista lucha contra algo impersonal, como un cataclismo natural, una guerra o un sistema represivo. En una historia erótica podríamos hacer que nuestra heroína busque su despertar sexual en un ambiente de represión.

4. El “conflicto interno” da lugar a las tramas más sutiles. Consiste en que el protagonista vive una lucha interior entre dos impulsos contradictorios. Se presta mucho a las historias de sexo, ya que es muy común tener resistencias internas al deseo sexual. También puede suceder que el protagonista luche contra la tentación de hacer algo no ético, como una atracción incestuosa o el deseo de abusar de alguien.

Una novela puede tener varios de estos conflictos simultáneamente, lo que hará aumentar su complejidad y originalidad. Una idea aún mejor es enhebrar los conflictos unos con otros, de manera que un conflicto externo se refleje en una pugna interior de algún personaje. De hecho, en mi trilogía Voy a romperte en pedacitos utilizo estos cuatro tipos de conflictos:

1. Los buenos luchando contra los malos”. Los malos en este caso son el padre y el hermano de Cecilia, la protagonista, unos fachas que se oponen a su liberación sexual y se oponen a su relación con Julio.

2. Gente buena con intereses contrapuestos”. Los distintos amigos de Cecilia entran en conflicto con ella; sobre todo Laura, quien llega a quererle arrebatar a su querido Julio. Más adelante, será el propio Julio quien se oponga a Cecilia.

3. Lucha contra un suceso externo”. La novela tiene lugar en la España de la Transición, donde los restos reaccionarios del franquismo y la sociedad machista y represiva se convierten en un serio obstáculo en el camino de Cecilia. De hecho, la liberación sexual de Cecilia sirve como alegoría del cambio que tiene lugar en la sociedad española en este tiempo.

4. Conflicto interno”. Desde el principio Cecilia tiene que luchar contra sus creencias religiosas y perjuicios morales que la impiden liberarse.

Otra cosa importante a tener en cuenta a la hora de crear una trama es que sea original. Se dice que todas las historias ya han sido contadas, porque en realidad todas se basan en un número relativamente pequeño de conflictos fundamentales. Por ejemplo, muchas historias de amor tienen una de estas tramas:

1. El triángulo amoroso: dos personas luchan por el amor de otra.

2. El despertar sexual: El o la protagonista descubre el amor y el sexo.

3. Amor trágico: El amor tiene lugar en unas circunstancias que lo hacen imposible, pero los protagonistas se aman a pesar de todo. Romeo y Julieta.

4. La Cenicienta: Una persona de bajo nivel social es elevada por otra. “50 Sombras de Grey” y un sinfín de novelas románticas cuentan la eterna historia de la chica pobre de quien se enamora un millonario o de un noble.

5. Venganza: La o el protagonista ha perdido su amor y busca vengarse tanto de su rival como de su ex-amor.

6. El amor no correspondido que al final se consigue, como en La Celestina y otras historias de seducción.

7. La búsqueda del Santo Grial. Para conseguir el amor, el o la protagonista tendrá que embarcarse en una misión imposible en la que demostrará ser digno de ese amor.

¿Seríamos capaces de escribir una historia erótica sin caer en alguno de estos tópicos? Las nuevas relaciones alternativas nos dan la oportunidad para ello. Por ejemplo, el BDSM nos permite crear historias de entrega, de perversión o en las que una situación aparentemente degradante sea aceptada al final. En realidad, ya existen muchas historias con estas temáticas. Otra posibilidad es hablar de relaciones homosexuales o bisexuales, o incluso de poliamor entre varias personas.

En términos estilísticos, hay dos formas de ir desarrollando una trama:

1. La exposición consiste en relatar lo que pasa como una visión en conjunto, presentando acontecimientos que se desarrollan a lo largo de un cierto periodo de tiempo o incluso prescindiendo de la secuencia temporal. Se trata aquí de presentar las ideas y sentimientos generales de lo que le ocurre a los personajes. Tiene las ventajas de poder transmitir una cantidad considerable de información en un espacio relativamente pequeño, y de hacer avanzar tramas que se desarrollan en un periodo largo de tiempo. La principal desventaja es que el lector se aleja de los personajes y pierde el contacto emocional con ellos.

2. La escena consiste en presentar la acción en tiempo real, como ocurre en las películas. Se escribe en forma de diálogo, o bien se presentan las acciones en una secuencia estrictamente temporal, tal y como suceden. Tiene la ventaja de tener más dinamismo y conseguir que el lector viva directamente las experiencias del protagonista.

Lo más corriente en una novela es alternar pasajes de exposición y escenas. El estilo literario anglosajón usa mucho las escenas y las separa claramente de la exposición. Por el contrario, el estilo hispánico tiende a usar más la exposición y difuminar su separación de las escenas.

¿Qué es lo mejor para la erótica? Yo creo que para que el sexo sea excitante debe de contarse en forma de escena: la escena de sexo. El lector es un voyeur, quiere ver lo que hacen los personajes en cada momento, oír lo que se dicen. Pero también es importante saber presentar las emociones que sienten los personajes, no sólo lo que hacen. Describir un acto sexual a secas sería más bien pornografía, mientras que la erótica nos metería más en la vida mental de los personajes. Pero a todo se le puede dar muchos matices. El sexo se puede presentar en toda una gama de emociones, desde el sexo mecánico, descarnado e incluso cruel al hacer el amor color de rosa. En cualquier caso, yo recomiendo no escribir escenas de sexo demasiado complicadas y recargadas, lo que suele ser el impulso del que se masturba: quiere que pase de todo. Mi regla es que una escena de sexo tenga como máximo tres elementos. Por ejemplo, bondage, azotaina y follada. Con eso hay más que de sobra, otras cosas se pueden guardar para una nueva escena.