domingo, 6 de abril de 2014

¿Cómo vivir nuestra vida? Hedonismo y eudamonía

El otro día asistí a una charla que resultó ser inesperadamente interesante. La daba el Dr. Steve Cole, profesor del Departamento de Hematología-Oncología de UCLA, y se titulaba “Social Regulation of Human Gene Expression” ("Regulación social de la expresión de genes en humanos", el enlace es a una charla anterior con el mismo título, en YouTube). El profesor Cole planteó una de las preguntas filosóficas más básicas: ¿Cómo debemos vivir nuestra vida? Es decir, ¿qué es lo que buscamos en nuestra vida? Simplificando mucho las cosas, se puede decir que hay dos actitudes básicas ante la vida.

1.    Hedonismo. Ésta es una palabra que a mí siempre me ha sonado mal, pues me recuerda a “hedor”, pero en realidad no tiene nada de malo. Se trata, simplemente, de vivir para ser feliz. No estamos hablando sólo de placeres carnales, como el comer bien y el follar bien, sino de todo aquello que nos haga la vida más grata, como el tener buenos amigos, una pareja y una familia que nos llene, un trabajo creativo y agradable, viajar, leer buenos libros, ver buenas películas, oír buena música, etc. Es la filosofía propugnada en la Grecia clásica por Epicuro, basada en perseguir el placer y evitar el sufrimiento, de forma moderada y racional.

2.    Eudamonía. Esta actitud ante la vida se le suele atribuir a Aristóteles, aunque también se relaciona con el pensamiento de Sócrates y Platón. Según ella, debemos vivir para cultivar la virtud, es decir, desarrollar nuestras potencialidades como seres humanos… Si no entiendes lo que eso quiere decir, te confesaré que yo tampoco. Sin embargo, el Dr. Cole propuso una definición bastante más precisa. Para él, la eudamonía consiste en vivir para satisfacer un ideal que nos trasciende a nosotros mismos, es decir, el querer cambiar el mundo para mejor, dejar algo detrás cuando nos muramos. Si queréis, podemos englobar en la eudamonía ideales religiosos como el servir a Dios (Cristianismo), la unión mística con Dios (Hinduismo), el eliminar el sufrimiento (Budismo), etc. Pero también entrarían en ella ideales no religiosos como el llevar a cabo la revolución del proletariado (marxismo), el desentrañar los misterios del universo (ciencia), el salvar al medio ambiente (ecologismo), establecer la igualdad de la mujer (feminismo), etc. En definitiva, en vez de perseguir solamente nuestra felicidad personal, se trata de trabajar en pos de un ideal mayor que nosotros mismos.

Si te paras a pensar, hay mucha gente que vive una vida de eudamonía, mucha más de la que cabría sospechar en un principio. De hecho, casi todas las personas que han hecho algo admirable en al vida entrarían en este grupo. Eso no deja de ser curioso, porque a primera vista cabría sospechar que casi todo el mundo es hedonista. De hecho, el capitalismo y su “lógica de mercados” se basa en la asunción de que todo el mundo se guía por principios hedonistas de maximizar su bienestar, lo que nos llevaría a consumir cada vez más. Por el contrario, la supervivencia del planeta parece depender en que una buena parte de la especie humana adopte una mínima actitud de eudamonía y se sacrifique para dejar un planeta viable a las generaciones venideras.

Patrón de expresión de genes en ratas aisladas socialmente (Lonely) o viviendo en grupo (Socially Integrated)
Pero bueno, ¿qué tiene que ver todo esto con los genes? ¿Por qué se pone un investigador en biomedicina a hablar de Epicuro y Aristóteles? Aquí es donde viene lo más interesante. En lugar de tomar una actitud determinista, tan frecuente estos días, en la que se cree que los genes determinan nuestro comportamiento, el Dr. Cole se puso a estudiar la relación inversa: cómo nuestro comportamiento, incluso nuestra actitud ante la vida, dirige la expresión de determinados genes. Para hacerlo extrajo muestras de sangre de animales de laboratorio y de personas, de las que aisló células del sistema inmune (normalmente llamadas “glóbulos blancos”) para medir en ellas la expresión de más de un millar de genes. Lo primero que vio, tanto en ratas como en monos como en humanos, es que el aislamiento social aumenta la expresión de cerca de un  centenar de genes asociados con la inflamación y disminuye la expresión de otro centenar de genes asociados con la respuesta inmune, sobre todo contra virus. Luego utilizó la misma táctica para estudiar cómo la actitud ante la vida, hedonismo o eudamonía, afecta a estos conjuntos de genes. Para averiguar si una persona determinada se inclinaba hacia el hedonismo o la eudamonía realizó una serie de test psicológicos. Test similares sirvieron para medir la satisfacción de esas personas ante la vida. Encontraron que un grupo nutrido de personas tenían una vida bastante feliz, y que entre ellos se encontraban tanto los que practicaban el hedonismo como la eudamonía. Sin embargo, los test de expresión de genes revelaron diferencias importantes entre los dos grupos. Los que tenían una filosofía hedonista tenían un perfil similar a los que se aislaban socialmente, con alta expresión de genes pro-inflamatorios y baja expresión de genes de respuesta inmune. Aquellos con filosofía de eudamonía, por el contrario, tenían baja expresión de genes pro-inflamatorios y elevada expresión de genes de respuesta inmune. Y el caso es que los genes pro-inflamatorios, como la interleucina-6, aumentan el riesgo a una importante serie de enfermedades, como las asociadas con el sistema cardiovascular.

¿Quiere decir esto que la eudamonía es más saludable que el hedonismo? Creo que esa sería una conclusión prematura. Quizás lo que nos quiera indicar el experimento es que el hedonismo se parece un poco al aislamiento social, ya que todo se centra en uno mismo, mientras que la eudamonía es una actitud más abierta al mundo, una actitud de dar en vez de recibir. Sea como sea, podemos quedarnos con una conclusión mucho más fundamental: nuestros genes no determinan lo que somos, nosotros determinamos qué genes se expresan en nuestro cuerpo. No lo hacemos directamente, claro está, sino en base a cómo decidimos comportarnos, en qué ambiente nos movemos e incluso las decisiones más profundas que tomamos sobre cómo queremos vivir. En definitiva, tu salud y tu felicidad dependen de lo que hagas hoy.

6 comentarios:

  1. El hedonismo está socialmente muy mal entendido, se ha acabado reduciendo a simplemente la satisfacción de las necesidades materiales del momento, perdiéndose el significado primordial. El problema del hedonista es que acaba por ser evitativo (porque huye del elemento ying de la vida, que es el dolor) y posiblemente por ello tienda más a retraerse...expuesto, se abre a la vida y por tanto no sólo al placer, sino al sufrimiento.

    Porque no podemos limitar lo que somos (y también somos emociones que llamamos "negativas") y tendemos a necesitar vincularnos con el mundo que nos rodea, pienso también que la mayoría de las personas, al menos con el tiempo, tienden más a la eudamonía.

    Las personas a las que conozco que han llevado un perfil hedonista avant-la-lettre eran personas que efectivamente tendían a aislarse con el paso de los años, lógico teniendo en cuenta que las relaciones con los otros seres humanos a veces son complicadas y conflictivas y si sólo quieres cultivar el placer...mejor quédate con los libros, los discos y las relaciones distantes, pero seguras.

    Un saludo, Hermes, un placer leerte.




    ResponderEliminar
  2. Nunca había visto al hedonista como alguien que tiende a aislarse, pero la dinámica de evitar el dolor que describes tiene su lógica. Quizás, como sugieres, cuando se entiende bien el hedonismo se acepta tanto el placer como el dolor. ¿Se podría ser hedonista y estoico al mismo tiempo?

    Me interesa más lo que dices sobre las emociones negativas, pues estoy en un proceso de exploración de su significado. Estoy leyendo "The Emotional Life of Your Brain" de Richard Davidson, uno de neurocientíficos más importantes en el campo del estudio de las emociones. Según él, las emociones negativas son en general poco saludables. Es verdad que las emociones, tanto positivas como negativas, son parte de nosotros mismos, pero la capacidad de regular estados emocionales negativos es la que nos hace capaces de esa resiliencia de la que hablabas en tu blog hace poco. Cómo llevar eso a la práctica es la madre del cordero.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo diría más bien que lo que no es saludable es reprimir las emociones negativas. Los animales también experimentan dolor, estrés, ansiedad o miedo ante determinadas situaciones: nosotros lo negamos, lo escondemos y lo medicamos como si fuese una enfermedad y no estados naturales del espectro emocional que responden a diferentes retos. Al reprimir, por ejemplo, el dolor, se nos genera ansiedad, que a la la larga en efecto genera enfermedades. Hay que acoger toda emoción y vivirla en ese momento sin juzgarla, de modo que pase cuando tenga que pasar y no aflore diez años después en forma de depresión. La pérdida, las situaciones de peligro o de tensión van a seguir existiendo, la cuestión no es no reaccionar frente a estas circunstancias, sino, como diría Aristóteles: "hacerlo en el momento justo, con la persona justa y con la intensidad justa".

      Eliminar
  3. Cristina, quizás no se trate de "reprimir" las emociones negativas, sino más bien de no alimentarlas o de no dejarlas aflorar. Esta es la táctica que a mí me ha funcionado con la ira, como explicaba en mi artículo "Cuando el dragón se despierta" de primeros de año. Por otro lado, eso de que una emoción reprimida aflora años después como depresión se basa en la teoría del inconsciente reprimido de Freud, sobre la que los neurocientíficos tenemos un cierto escepticismo. ¿Qué pruebas hay de que este mecanismo existe en realidad? Lo que me parece más claro es que la "rumiación", el darle vuelta a ideas y pensamientos negativos, es lo que es malo para la salud. Por otro lado, estoy de acuerdo contigo en que examinar las emociones sin juzgarlas es algo necesario. Forma parte, por ejemplo, de la técnica de "mindfulness" o "mente plena". Pero creo que llega el momento en que hay que saber cómo apagar las emociones negativas y generar emociones positivas. A la larga, las emociones negativas producen un montón de efectos negativos, incluyendo la disminución de la inteligencia y la supresión del sistema inmune.

    ResponderEliminar
  4. Muy interesante lo expuesto en el post Hermes. Ver las cosas desde la perspectiva opuesta abre otras posibilidades. Besos.

    ResponderEliminar
  5. Gracias, xana. No entiendo muy bien a qué perspectiva opuesta te refieres...

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.